
Quizá debiéramos empezar comentando quién fue Curzio Malaparte en primer lugar. Ya hemos hablado en otras ocasiones de otros autores controvertidos; de hecho es bastante común encontrar escritores para quienes la extravagancia suele ser un rasgo destacado en sus personalidades. Éste es uno de esos casos. Pero debemos enmarcar además, en el caso del escritor que nos ocupa, el entorno histórico y principalmente político donde se movió Malaparte.
Para empezar, Curzio Malaparte no era sino un sobrenombre para Kurt Suckert (1989-1957), un italiano hijo de padre alemán, con inquietudes intelectuales y políticas que le llevaron a formar parte del Partido Fascista y fundar, dentro de él, numerosas publicaciones periódicas de diversa índole. Fué combatiente en la Primera Guerra Mundial, donde llegó a ser merecedor de varias condecoraciones. Con posterioridad, sus duras críticas a Hitler y Mussolini provocó que fuera expulsado del Partido y encarcelado en diversas ocasiones. Tras la Segunda Guerra Mundial, sus inclinaciones políticas dieron un giro de 180 grados, llegando a afiliarse al Partido Comunista Italiano.
También desarrolló la tarea de corresponsal de guerra, lo que le valió de mucho a la hora de elaborar sus más famosas novelas Kaputt (1944) (la más destacada) y La Piel (1949), de la que hablamos hoy.
Concretamente en esta última hace un dibujo de lo que fue la toma de Nápoles por las tropas liberadoras de EE.UU. tras los últimos coletazos de la Segunda Guerra Mundial. La imagen de la ciudad que nos describe Malaparte en La Piel es completamente desgarradora: hambre, miseria, peste, y desprecio, todo ello bajo la tensión constante de una posible erupción del Vesubio. No sin cierto morbo, nos cuenta cómo los soldados estadounidenses desprecian a los italianos por haber sido colaboradores de un régimen fascista. Y además, vencidos. Por otra parte, el sometimiento del pueblo italiano a sus «héroes libertadores» es algo que Malaparte trata igualmente en su novela, y apreciamos que se trata de un sentimiento bastante oscuro y contradictorio. La desconfianza mutua es palpable.

El autor tomó el apellido de Malaparte para su seudónimo, inspirado en el apellido Bonaparte, del archiconocido Napoleón.
Por lo demás, la historia es efectivamente, estremecedora. Si bien ello no hace de esta novela, en mi humildísima opinión, un libro de apasionante lectura en ciertos párrafos, porque a menudo el ritmo resulta lento y un tanto repetitivo. Ciertamente se trata de un estilo desgarrador, duro, que nos hará pensar en las negruras de la naturaleza humana en cada capítulo; pero cabe mencionar que es posible que esto llegue a resultar algo «denso».
A mí me parece un libro imprescindible. Malaparte consigue unificar en una sola voz muchas de las tendencias de la literatura italiana de principios del siglo XX. Es tierno a la par que incisivo, inteligente a la par que esperanzado… Todos debieran leer esta clase de libros para formarse opiniones fundamentadas sobre las cosas –en este caso, la 2ª Guerra Mundial en Italia–. Saludos,
Un comentario más que acertado. Gracias por compartirlo con nosotros.