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Homo erectus (Juan Eslava Galán)

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Homo erectus (Juan Eslava Galán)

Lo primero que a todos os llamará la atención (desde luego, conmigo funcionó, posiblemente porque se trate de un mero gancho), es que en la mismísima portada ya advierte de que se trata un libro para hombres. He de decir que, a grandes rasgos, estoy de acuerdo. En realidad lo que aparece como subtítulo es un «[…] NO deben leer las mujeres». Tócate… ejem.

Bien, probablemente el enfoque sea en muchas ocasiones predominantemente masculino. Aunque pienso que, además, está pensado especialmente a un determinado grupo de hombres (digamos, a ver, algo… ¿primitivos?). Me gustaría conocer la opinión de otras mujeres que hayan tenido este libro entre sus manos, porque mi sexto sentido me dice (ya empezamos con los tópicos, aviso) que si bien Eslava Galán tenía en mente un público masculino muy concreto, en ciertos pasajes del libro se descubre una intención hacia lector@s del sexo femenino. Ya os digo que ese «no deben leer las mujeres» es un gancho que el autor sabe que va a funcionar. De hecho, he llegado a notar cierta tendencia a una actitud de disculpa hacia las mujeres cuando plantea algunos temas que podrían llegar a tacharse de machistas. O al menos políticamente incorrectos, algo que toca bastantes narices a día de hoy, por pesadez.

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Hablar aquí de la tan manida guerra de sexos se queda un poco escueto. Eslava Galán habla de otras muchas cosas, principalmente de dos: las mujeres son como son porque la evolución les obliga a serlo, y los hombres son como son por el mismo motivo. En este aspecto, si «Homo erectus» resulta sorprendente por venir de quien viene – para quien no lo conozca Juan Eslava Galán es uno de esos historiadores que vende por miles sus ensayos sobre Historia (además de novelas y otras obras), con admiradores y detractores a partes iguales, como todos los autores que venden -, el contenido de la obra no resulta ser tan impactante e innovador como uno se espera. Quiero decir que no cuenta nada nuevo con respecto a lo que sabemos sobre hombres y mujeres (el papel de cazador para ellos, el de criadora para ellas, compromiso, sí, compromiso, no, el por qué de la infidelidad, etc.) Para alguien someramente informado o con cierta curiosidad por el tema, este «Homo erectus» no le va a suponer nada rompedor. La conclusión final es que pese a la enorme evolución social que hemos vivido en los últimos siglos, subyace inevitablemente el instinto primario, tanto para ellos como para ellas.Vamos, que está en la línea de aquel superventas «Los hombres son de Marte. Las mujeres son de Venus» . Se acerca un poco a otra de sus obras, «Coitus interruptus», donde habla del sexo con cierto toque de humor, aunque en un contexto y con una connotación diferentes.

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El caso es que no he logrado encontrar un motivo de peso para recomendar un libro que, si bien es verdad que no es ningún ladrillazo sobre la evolución y comportamiento sexual, y que se deja leer más o menos con facilidad, tampoco es un dechado de humor ni de novedades científicas. Se queda a  mita de camino de todo y no llegas a aprender gran cosa. La palabra es pretencioso. Quiero y no puedo.

Escupiré sobre vuestra tumba (Boris Vian)

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Escupiré sobre vuestra tumba (Boris Vian)

Boris Vian fue todo un personaje en vida (como suele ocurrir con muchos de los grandes escritores). Novelista y dramaturgo borisvian3(de los polémicos, además) francés que fue, además, poeta, músico de jazz, ingeniero y traductor. Podríamos decir además que sus maneras y actitudes hicieron de él uno de los enfant terrible de la literatura de su tiempo, siendo «Escupiré sobre vuestra tumba» un buen ejemplo de las polémicas temáticas que podía tratar en sus obras. De hecho, Vian ha sido y es uno de los más influyentes autores para otros artistas, aún a día de hoy, como Andy Chango o La Unión, que adaptaron a la canción su relato «Lobo hombre en París» (sí, sí, la idea original es de este señor).

Boris Vian de colegueo con Miles Davis.

La prosa de Boris Vian es realmente cruda, directa, dura, y desde luego en «Escupiré sobre vuestra tumba» nos ofrece una amplia galería de imágenes de excesos varios, con descripciones en verdad feroces y que pueden llegar incluso a herir sensibilidades (la mía entre ellas, lo digo ya).

La trama principal es la de Lee, un joven de raza afroamericana pero de apariencia predominantemente blanca, lo que le facilita relacionarse con otros jóvenes blancos cuando se muda a un pueblo después de un oscuro suceso acaecido con «el muchacho». Bian nos va desvelando poco a poco cuáles son las auténticas causas que lo llevan a escapar allí, y cuáles son sus intenciones al relacionarse con estos jóvenes deshinibidos, despreocupados y ávidos de alcohol y sexo. Esta combinación de juventud, sexo y alcohol  es algo que le va estupendamente al personaje protagonista y que sobre todo crea un ambiente especial de vicio adolescente que nos sitúa en un marco de violencia y sexo, ideal para darle un aire sucio y auténtico al estilo de novela negra norteamericana que el autor quería representar. No por nada era admirador de la emergente cultura estaounidense.

El racismo de la época (años 40-50) es el hilo conductor de esta trágica historia, pero no es el único asunto espinoso que podemos encontrar en esta novela: las diferencias sociales o la pederastia son también materias que están presentes. Hago aquí un aviso para advertir de que, efectivamente, Bian no se anda con chiquitas a la hora de relatarnos una escena sobre algunas de estas cuestiones con toda su crudeza.

Vian con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, que los intelectuales también se van de copas.

Vian con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, que los intelectuales también se van de copas.

El problema que puede plantearnos una novela como «Escupiré sobre vuestra tumba» es que está escrita en primera persona, de manera que la intención de Boris Vian es que el lector llegue a identificarse con Lee, el autor de los hechos. Teniendo en cuenta además, que lo que pretende es precisamente denunciar el racismo de que el protagonista y su familia han sido objeto (un racismo social que, por otro lado, existía y estaba legalmente arropado). Sin embargo, ¿cómo dar por bueno lo que Lee va tramando, e incluso aquello que lleva a cabo sin un fin de venganza, siendo simplemente él mismo? ¿Por qué esa necesidad de forzar a las mujeres a tener sexo con él, por ejemplo, y que luego todas ellas (ojo: todas y cada una) caigan rendidamente a sus pies ¡pidiendo más!? Anteriormente a ésta, leí «Con las mujeres no hay manera». En esta historia el protagonista y su hermano violan simultáneamente a una joven lesbiana con la intención de hacerla volver al buen camino (alucinante). Bien, no sólo lo consiguen sino que la muchacha queda obnubilada por ambos sin poder prescindir de seguir manteniendo sexo con ninguno de los dos.

No sé, le veo a Bian aquí cierta tendencia a las violaciones que, de ser un reflejo de su propia personalidad, debería haber tratado con un psiquiatra, lo menos. No es casual que ambas novelas fueran publicadas bajo seudónimo – Vernon Sullivan – , y que en el caso de «Escupiré…» la obra fuera prohibida y su autor fue condenado por ultraje a la moral y las buenas costumbres. No olvidéis que en todo momento, exceptuando a Lee, todos los personajes son menores de edad.

Existe una versión cinematográfica de esta novela, que contó con la colaboración del propio Vian, de 1.959.

Lolita (Vladimir Nabokov)

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Lolita (Vladimir Nabokov)

Empecemos diciendo sobre esta obra que no se trata de una novela erótica, como hasta hace poco ha solido ser considerada por muchos. Tiene muchos calificativos, pero desde aquí queremos reivindicar, al igual que el propio Nabokov en su día, que Lolita no es una sucesión de escenas de contenido erótico y que por lo tanto, nunca podría encajar en este tipo de estilo literario, sino que más bien se nos relata una historia tensa, dolorosa, destinada al fracaso, casi enfermiza, de amor. Un amor nada convencional, desde luego. Para empezar, por no correspondido, lo que lo hace injusto, dominante e inútil. No obstante, en este contexto que hemos descrito, podríamos afirmar que Lolita es en mayor medida una sucesión de escenas «románticas», si se me permite el epíteto (desde luego, no se atienen a los cánones del amor romántico tal y como lo canta Luis Miguel), por el hecho de que hablan más de amor que de erotismo.

Bien, hecha esta puntualización empecemos a analizar esta fascinante, fascinante historia. Para nada es lo que, personalmente, había imaginado que sería. Aviso a navegantes (como hacemos en otras ocasiones) que la prosa de Nabokov no es fácil, sino que tiene cierto toque de complicación por sofisticada y compleja. Puede resultar un tanto confusa en tanto en cuanto la descripción de las emociones, pero también de los paisajes. No en vano estamos hablando de uno de los mejores autores del S.XX. De todas formas, es cuestión de acostumbrarse en las primeras cuatro páginas, ya que el mensaje es sencillo y llega al lector sin problemas. Sobre esta cuestión hemos de decir que este escritor se había desenvuelto hasta el momento de escribir Lolita siempre en ruso, su legua materna. Y que se propuso escribir en inglés después de trasladarse a EE.UU.

Para ello decidió retomar una historia que ya había dejado perfilada en ruso, aunque introduciendo no pocos cambios en la misma con posterioridad, hasta llegar a nosotros tal y como la conocemos.

Con respecto a lo dicho sobre las descripciones de los paisajes (ya que Lolita se trata de una historia de carretera), estos tienen su importancia puesto que imprimen la percepción del propio Nabokov como extranjero en aquellas tierras, que podríamos denominar la «América profunda». Veamos un ejemplo de este tipo de descripciones: «Poco a poco los modelos de esas rusticidades elementales se fueron haciendo tanto más extraños ante mis ojos cuanto más de cerca los conocía. Más allá de la llanura cultivada, más allá de los tejados de juguete había una lenta difusión de inútil encanto, un sol bajo, en medio del halo platinado,  de tintes tibios, color durazno pelado, que invadía el borde superior de una nube bidimensional, gris-paloma, medio fundida con la distante niebla amorosa.» Ahí es ná… ¿Entendéis ahora lo de la prosa sofisticada?

Sin embargo no toda la novela está escrita con tal vocabulario, sino que en realidad es fácil que la historia llegue a arrastrarnos como en los casos de los mejores best-sellers. Tiene suficiente fluidez, y el testimonio de Humbert, el desdichado protagonista agobiado por la culpa, primero, y por el recuerdo, después, resulta tan auténtico y desgarrado, que consigue hacernos llevar y dejarnos profunda huella. Este pobre hombre – fascinado hasta el tuétano por las nínfulas –  se debate entre sus más bajos instintos y la intención más ferviente de no corromper a su «víctima».

Y ésta es otra de las grandes sorpresas de la novela: la propia Lolita. Según se mire, no tiene mucho de víctima, en realidad. Aunque se ve inevitablemente arrastrada por esta historia de la que termina participando, un poco por necesidad, y un poco también por interés.

Esta forma de tratar una relación pedófila, semi-incestuosa, procurar explicar los motivos, las distintas intenciones de sus protagonistas, conocer los deseos más íntimos y egoístas de cada uno de ellos, así como el tirón y la profundidad de los personajes (todo ello resultan grandes sorpresas para el lector que no conozca mucho de esta novela), ha llevado a varias adaptaciones al cine de Lolita: una primera de Kubrick, de 1.962, y otra posterior de 1.997, de Adrian Lyne. Los enlaces a las pelis son de Filmaffinity.                                                                                                                                                                                                  En la primera versión, al castigado por la culpa Humbert lo protagoniza un enorme James Mason. Mientras que en la segunda, a Jeremy Irons Humbert se le queda en un pobre hombre con cara más triste que Bambi en el día de la madre . Sin embargo, con las Lolitas pasa, en mi opinión, al contrario: Dominique Swain clava a esa niñata maleducada, desgarbada, sucia y definitivamente sexual. En fin, para gustos los colores, aunque como es habitual, creo que ambas desmerecen la calidad de esta obra.

Pura Vida (José María Mendiluce)

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Pura Vida (José María Mendiluce)

No hace mucho que leí esta novela, y sin embargo hacía mucho tiempo que tenía en mente leerla. Para mí, no es una obra francamente destacable, a pesar de que cuenta en su trayectoria con haber quedado finalista de los Premios Planeta en el año 1998. Me ocurre con esto de los Premios que me gustan, «pero no…». Me explico: me sirven de gran ayuda cuando quiero descubrir autores de los que no he oído hablar, pero a los que quiero leer. O de aquellos que sí he oído hablar, pero no conozco una obra destacada por la que decantarme para empezar. Y hago aquí un inciso para opinar sobre el Premio Planeta.

Raro es el año que no lo otorgan a un autor suficientemente reconocido, a pesar de que estos, por salvaguardar las sospechas sobre la calidad de sus obras, se presentan en su mayoría con seudónimos – al menos los que vienen ganando los últimos años-. Y algunos os preguntaréis por qué hablar tanto de los Planeta ahora… No sé si estaréis al tanto de las polémicas que se derivan del fallo de este premio. Precisamente porque (¡oh!, casualidades de la vida) en casi todas las ocasiones el Primer Premio o Finalista va a parar a escritores/as ya consagrados. Se acusa al grupo que lo otorga (Prisa, para los más despistados) de asegurarse las ganancias de las ventas de estos libros premiados, yendo a tiro fijo con los galardonados. Famosas son ya las declaraciones de Juan Marsé hace algunos años, después de formar parte de su jurado. Es por esto que algunos autores se presentan con seudónimo, intentado despejar así las posibles dudas en caso de ser elegidos, avalando de esta forma que ha sido juzgada su obra y no su proyección comercial.

Bien, aclarado esto, el Planeta no es un premio del que yo me fíe a pies juntillas por lo anteriormente he expuesto. Sin embargo, he llegado a picar en muchas ocasiones, y lo que te rondaré, morena. Con Pura Vida me ocurrió algo así. Y me decepcionó.

Tengo que decir que la historia me pareció más de tele-novela que de novela, merecedora además de un premio como éste. Tipo: «chica joven, guapa, inteligente, adinerada y desencantada, busca al otro lado del mundo nuevas experiencias. Que encuentra chico macizo (el más macizo del barrio, ¡cómo no!), y se enamoran.» Hasta aquí no podía ser más típica la historia, pasando, por supuesto, por la diferencia de clases sociales entre ambos. Lo mejor de todo es que la acción se desarrolla en Costa Rica y bien es cierto que algunos de los pasajes describen la vida de parte de la población que nos puede resultar sorprendente y con los que podemos aprender cosas nuevas, igual que le ocurre a la protagonista. Eso, y las ganas que te quedan de trabajar para la ONU y vivir una experiencia amorosa en pleno Caribe, son lo mejor de la novela. Nada más.

Los personajes me resultaron planos, aburridos y predecibles. Al menos la historia no termina bien, si no sería cuestión de proponer que se hiciera una película protagonizada por Jennifer Aniston y terminamos. 

Hay que mencionar (ya que hemos hablado de la polémica sobre lo mediáticos que son algunos de los ganadores/ finalistas del Planeta) que el autor, Mendiluce, es una persona cultivada que saltó a los medios por encabezar las listas de los Verdes para las elecciones a la alcaldía de Madrid en 2003, y que durante la campaña protagonizó algunos artículos con motivo de su salida del armario. Bien es cierto que esto ocurrió varios años de quedar Finalista con esta novela.

A pesar de lo dicho, tengo que mencionar que a casi todas las personas que conozco y que han leído Pura Vida, les ha gustado. Así pues, como siempre, lo que recomiendo es que la leáis y juzguéis. No se trata de una lectura tediosa, por lo que puede llenar perfectamente las horas de esas tardes en las que nos gustaría estar bañándonos en el Pacífico entre palmeras, pero estamos en cualquier otro sitio y con ganas de leer algo sencillo.

El amante de Lady Chatterley (D. H. Lawrence)

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El amante de Lady Chatterley (D. H. Lawrence)

La obra más conocida de Lawrence sin duda; y sin duda también se lo debe a la gran polémica que siguió a su publicación, allá por el año 1928. Y eso que se trataba de una edición limitada. El revuelo que provocó en Italia, que es donde se publicó en primer lugar, inmediatamente se convirtió en escándalo en los países anglosajones. Lo que provocó que no fuera publicada en Inglaterra hasta casi los años 60 (casi ná) en la edición completa. Antes había salido a la luz una versión censurada. Vamos: todo un hito en las polémicas del mundo de la Literatura.

El Nobel Octavio Paz se confesó admirador de este autor, si bien es cierto que lamentablemente su obra más conocida no es, según el propio Paz, su mejor novela.

El argumento nos habla de Constance Chatterlay, una mujer joven y bella que se casa con sir Clifford. Pero él cae herido durante la I Guerra Mundial y se ve condenado a vivir en una silla de ruedas. Ella comienza entonces un tórrido romance con el guardabosques de su marido, un rudo y asalvajado señor Mellors que le enseña el amor físico más deshinibido. Vamos, lo que viene siendo una historia de aquellas entre personas antagónicamente opuestas, por carácter y posición social. Ese argumento que tanto han exprimido telenovelas y películas románticas desde siempre.

Pero ojo: hablamos de 1.928 y esto no es exactamente una historia de amor. Se trata más bien de una relación meramente sexual, que hace que Constance pierda todo el recato que se espera en una mujer de principios de siglo S.XX, de su posición y además casada.

Lo cierto es que, a pesar de la polémica, no he llegado a entender el motivo por el que las mujeres del siglo pasado leían «El amante de Lady Chatterley» a escondidas, a pesar de que en ciertos pasajes hay algún detalle más o menos escabroso. Aunque ninguno que pueda sonrojar a ningún lector del siglo XXI. Quizá sea, como dicen algunos entendidos, porque lo más escandaloso fuera precisamente que nuestra protagonista pierda la cabeza por un proletario: «Si supiese que el guardabosque se había acostado con ella y le hablaba con aquel acento plebeyo, (…) la detestaría»

Tampoco he conseguido entender muy bien a los personajes principales de esta novela. No ví el amor que se supone que une a estos amantes y el final me decepcionó. Sinceramente creo que ha ido perdiendo ese valor que en su día le otorgó el morbo de leer escenas subidas de tono, y el argumento termina por resultar repetitivo e insustancial.

Una pena que Lawrence no viviera para comprobar que se vendieron nada menos que 1 millón de ejemplares en la primera semana que se autorizó su publicación.

Hay película (varias), y por supuesto no pasan por alto el reclamo a las escenas sexuales, como casi todas las portadas de esta novela.