Archivo de la etiqueta: Drama

Hambre (Knut Hamsun)

Estándar
Hambre (Knut Hamsun)

Cómo definir «Hambre»… Su protagonista no tiene nombre, edad, orígenes ni familia. Sólo conocemos su profesión: periodista. Pero no tiene trabajo fijo, lo que le ocasiona una angustia vital terrible, cruda, delirante.

La obra está escrita en primera persona; es desgarrador estar en la mente del protagonista y conocer al detalle todos sus delirios. Porque tiene hambre, frío, está enfermo. Y totalmente solo. Únicamente él sabe por lo que está pasando.

Algunos han relacionado la narración de esta angustia vital con el existencialismo, esa corriente filosófica que afirma que existe un miedo irracional e incontrolable en el mero hecho de enfrentarse a la vida. Sin embargo en un caso como en «Hambre» no se trata tanto de sentir la ansiedad que pueda provocar la conciencia de estar vivo – aunque está ahí y el paralelismo es obvio – , como de no tener cubiertas las necesidades más básicas. Vive en el Oslo (o Kristianía) de finales del S.XIX. ¿¡Podríais siquiera imaginar el frío que podría estar pasando ese pobre hombre!? En «Hambre» casi lo llegas a sentir.

En esta línea del comportamiento humano frente a las adversidades y el planteamiento vital del individuo, Knut Hamsun ha sido comparado con autores como Kafka o Dostoievski. Con esto quiero deciros que «Hambre» es una obra que debe afrontarse con los ojos cerrados y la consciencia bien lúcida.

El protagonista tiene hambre. Tanta hambre que sufre desvaríos y alucinaciones. Su situación le lleva a desajustes psicológicos. En los momentos de más lucidez, la exposición de su propia situación es tan descarnada y tan alejada de sentimentalismo que se te caen las lágrimas leyendo cosas como ésta:

“Iba decayendo a medida que avanzaba; me sentía pesado y caminaba arrastrando los pies. La nieve continuaba cayendo en grandes copos húmedos. Fui hasta la Iglesia; me senté a descansar. Todos me miraban con asombro. Me abismé en mis pensamientos.  ¡En qué triste estado me hallaba!»
'Hambre', Kanut Hamsun. Comunidad Lectora

‘Hambre’ tiene una versión cinematográfica de 1.966

«Tan profundamente hastiado y fatigado me sentía de toda mi vida miserable que, a mi juicio, no valía la pena luchar más para conservarla. La adversidades había tomado la delantera y había sido muy ruda; yo estaba extraordinariamente destrozado, no era más que la sombra de lo que había sido”

… sin embargo los momentos en los que su ánimo se viene arriba… ¡Ah!, despiertan tanta ternura…

No quiero dejar de mencionar el hecho de que que Hamsun fue un acalorado defensor del nazismo y la Alemania nazi en general. Recibió el Nobel de Literatura en 1.920 y envió su medalla del premio como regalo a Joseph Goebbels.

 

Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca (William Shakespeare)

Estándar
Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca (William Shakespeare)

No se puede entender una obra como Hamlet con 15 años. Por supuesto que en ese momento me gustó, independientemente a que fuera una lectura obligatoria. No obstante, la complejidad de las emociones que experimenta nuestro querido príncipe – de la ira al desengaño, pasando por el intenso dolor – no es un descubrimiento accesible,  en toda su profundidad, a una mente no madura aún. Por ese motivo me he lanzado a  la relectura sin red, para empezar 2.018 dándole a Hamlet otra perspectiva. Así, sin despeinarme ni nada, oyes.

220px-Edwin_Booth_Hamlet_1870

Madre, el marrón que tengo encima con esto de la sucesión a la Corona

La historia del príncipe danés que llora desconsoladamente la muerte de su padre, el rey, nada menos que a manos del asesino y traidor de su propio tío y hermano del difunto, que además ha tenido la osadía de contraer matrimonio con la reina viuda, lleva al pobre Hamlet al borde de la locura; la intensidad de las emociones que padece, como he mencionado antes, discurren entre la sorpresa ante la horrible traición familiar, el insoportable peso de la responsabilidad de asumir su destino, el asco frente a la actitud de su madre, y la cólera ante la injusticia. Total, quién no hubiera rozado la locura en una situación como ésa. Criatura…

Si bien la lectura de teatro implica cierta fluidez, que la hace mucho más abordable que muchas novelas, no penséis que Hamlet no puede dejarte bizco con algunos giros en la exposición, que crean confusión al no corresponderse con la típica estructura lineal. Esto se debe a que el protagonista se encuentra confuso, perdido, llega a fingir enajenación; ¿creéis de verdad que esta historia debe narrarse como si fuera un cuento infantil?

Hamlet-1948-splash Laurence Olivier

Sea como fuere, las reminiscencias a las tragedias griegas, en las que se da la combinación de todas estas situaciones: incesto, muerte, injusticias, vilezas y engaños varios, a menudo en el real entorno familiar, y la sufrida lucha de la víctima, es bastante evidente desde mi humilde punto de vista. Por supuesto, el estudio de Hamlet no ha terminado 500 años después de su publicación.

Por otro lado, está generalizada la opinón de que Shakespeare se inspiró en una obra anterior, Ur-Hamlet, para la escritura de Hamlet, considerándose posible incluso que el drama que conocemos fuera una adaptación de Shakespeare de aquélla anterior.

Ya en su día fue una de las obras clave de Shakespeare. Pero además a lo largo de la historia de la Literatura se ha sometido Hamlet a infinitos análisis, (que no tengo agallas para plantear en este incompleto e insignificante post), por supuesto desde los diversos enfoques que para cada corriente literaria, momento histórico y/o movimiento cultural debieran ser objeto de  planteamiento. Esto es así tanto en lo relativo a la estructura dramática, tratamiento religioso y filosófico de los hechos, pero muy especialmente acerca del personaje: su conflicto personal, intensa lucha interior y ¿fingida? locura.

hamlet_4 Kenneth Branagh

Ni que decir tiene que Hamlet es una de las obras teatrales más representadas de la Historia y que cuenta con todo tipo de versiones. Cabe destacar la eterna controversia en torno a la autoría de las obras de Shakespeare (en la que no entraremos aquí), pero tengo que confesar que desearía con todas mis fuerzas llegar a conocer la verdad antes de verme como Ofelia.

Un monstruo viene a verme (Patrick Ness)

Estándar
Un monstruo viene a verme (Patrick Ness)

Atención amigos lectores, si además sois aficionados al cine: ¡este post contiene spóilers!

Nuevamente los monstruos y los miedos son los protagonistas cuando se dirige una historia al público joven. En «Un monstruo viene a verme» Conor, un chaval de 12 años, recibe diariamente, a la misma hora, la visita de un monstruo cuya intención es ayudarle a superar una pesadilla frecuente.

Como también hemos visto en grandes obras de la literatura juvenil como «El principito», «La historia interminable», o «Donde viven los monstruos», es bastante recurrente que los autores traten de comunicarse hacia este tipo de lectores mediante un lenguaje metafórico sobre las grandes cuestiones de la vida. Por ejemplo, en el caso de «Un monstruo viene a verme»: Conor es un chico con problemas de acoso escolar; también, y especialmente, sufre debido a la grave enfermedad que padece su madre; y por último, es hijo de un matrimonio deshecho, con una infidelidad y abandono familiar de por medio. En fin, amigos, que el terreno del sufrimiento está abonado para este monstruo, cuyo aspecto sí que no vamos a desvelar. En este contexto, este monstruo-amigo tiene trabajo suficiente para hacer que el protagonista llegue a conocerse un poco más a sí mismo a través de los bloqueos que le generan sus propios miedos vitales. Por si fuera poco, Conor no le tiene absolutamente nada de miedo. Como véis, no es trabajo fácil.

Tengo que revelar que me encantan este tipo de historias, que pueden pecar en algún momento de facilonas y hasta previsibles en ciertos momentos, pero que consiguen a través de sencillas historias llegarte a lo más profundo. Sí, amigos, no soy un lector especialmente ñoño pero he de reconocer que me toca la fibra sensible cuando llego a sentirme como Conor: joven, triste, solo. Asustado. ¿O es que nunca habéis tenido 12 años?

Muchos sabréis ya que Patrick Ness continuó la historia inicial de la autora Siobhan Dowd, de quien es la idea original tal y como el propio Ness comenta en la introducción. Ella falleció apenas había empezado el relato, y el encargo de su continuación fue para Patrick Ness. Yo creo que no le ha quedado nada mal. Tanto es así, que este otoño se estrena una peli de J.A. Bayona con el mismo título, donde adapta esta bonita historia, y cuyo tráiler podéis ver aquí. En mi humilde opinión, si le queda tan bien como a mi querido Spike Jonze la adaptación de «Donde viven los monstruos», de Maurice Sendak, estamos ante una deliciosa película.

Las baladas del ajo (Mo Yan)

Estándar
Las baladas del ajo (Mo Yan)

‘Las baladas del ajo’ es una especie de Romeo y Julieta en la China de finales de los 80. Se desarrolla en un entorno rural en pleno régimen comunista, y creedme, no tiene nada de romántico. De primeras y como rasgo más obvio, la historia de Gao Ma y Jijun resulta bastante cruda (atención a los detalles amigos, porque estos tortolitos viven, para mayor escarnio, en el Condado Paraíso. Un no te digo ná y te lo digo tó).  Aunque eso es precisamente lo que uno espera cuando algo ha leído acerca de las condiciones laborales y vitales de los campesinos de la China más profunda. Ciertamente, no se trata de un relato dulce y placentero; como digo, tampoco se espera nada con este enfoque. No obstante, es sabida la cercanía de Mo Yan para con el régimen comunista chino, por lo que sorprende en cierta medida el enfoque que se le da al sistema en ‘Las baladas del ajo’.

En un análisis un poco más profundo, y por más que Mo Yan nos quiera transmitir la dureza de esta realidad…, ¿de verdad era necesario darle un toque tan… escatológico? Bien es cierto que, rebuscando un poco, podemos encontrar esos matices tan poéticos de los autores asiáticos, esas preciosas metáforas cuando describen a las personas, por ejemplo. Recuerdo un «tenía la cara redonda y blanca, como un huevo de cisne»; o también cuando relata la historia de una mujer a la que sus vecinos llamaban tapa de tetera por su gran belleza. ¿Bonito o no? Bien amigos, pues preparad vuestros estómagos, porque durante el resto de páginas de ‘Las baladas del ajo’ encontraréis montones de epítetos tales como heces, ventosidades, vómito, mucosidad, sangre, escupitajo, excrementos, pus, sudor. Casi siempre acompañados de adjetivos tan descriptivos como sucio, denso, maloliente, caliente, espumoso, infecto, hediondo, pringoso o nauseabundo. Creedme: no los cito al azar.

Dejando de lado el estilo y en lo que respecta al argumento de ‘Las baladas del ajo’  propiamente dicho, me gustaría realmente saber si existe un atisbo de exageración en algunos de los detalles que se vislumbran en  las tramas de los personajes. Como sucede a menudo, especialmente en las historias que se desarrollan en localidades pequeñas como Condado Paraíso, al final las vidas de sus habitantes de cruzan inevitablemente. De sus relaciones aprenderemos mucho de la concepción de la vida en la China más profunda. Aunque, ciertamente, algunos pequeños detalles suscitan mis dudas sobre su absoluta realidad. Por ejemplo: ¿será lo normal ese trato, físico y psicológico hacia los hijos?;  esas condiciones de vida, ¿están sobredimensionadas por Mo Yan para dramatizar aún más en lo que nos cuenta?; ¿es cierta esa falta de higiene?; ¿hasta qué punto son habituales algunas de esas absurdas costumbres? No puedo dejar de pensar que la acción se desarrolla en 1.987… eso es casi S.XXI.

Buck-9

No obstante todas estas preguntas, creo firmemente que existen verdades incontestables en lo que vemos en ‘Las baladas del ajo’. Esas personas viven condicionadas de forma irremediable por un omnipresente y totalitario gobierno, reflejado en cada uno de los funcionarios y servidores del régimen, que controlan en nombre del Estado los movimientos de aquellos a los que, supuestamente, han liberado. Es dramático. Pero además existe, intangible pero evidente, un mundo de tradiciones y supersticiones que rigen sus destinos, y que a los occidentales (insisto, en pleno 1.987) se nos escapa un poco. Lo cual no hace que sea menos auténtico.

Para quien no lo sepa, Mo Yan es un seudónimo del autor, cuyo nombre real es Guan Moye, y que significa «El que calla». Viene siendo una declaración de intenciones. Fue Premio Nobel en 2.012.

Los Miserables (Víctor Hugo)

Estándar
Los Miserables (Víctor Hugo)

Quizá este post hable peor de mí que del propio libro. No voy a mentir a nadie (que Dios me perdone): Los Miserables es un libro aburrido de pelotas aridísimo. Tanto en contenido como en forma. Como suele pasar con muchos clásicos, uno empieza la aventura con las referencias de otros, que pueden ser aficionados – como yo –, o bien que ya te hubieran vendido la moto desde la clase de Literatura en el instituto. Que parece que estos libros lo ha leído todo el mundo menos tú, que eres un pringado…

Con todo ese batallón de expectativas me enfrenté a Los Miserables, augurando para mí los más intensos momentos de éxtasis cultureta. Pues bien: el ritmo esta novela es tan lento que, por cada descripción de una emoción o situación, con sus correspondientes epítetos e interminables comparaciones (más o menos poéticas), al terminar me habían crecido el pelo y las uñas. Que llegué a pensar que a Víctor Hugo le pagaban por número de páginas, como le sucedía a mi querido Benito Pérez Galdós.

Dicho esto, lo cierto es que Los Miserables tenía otro irresistible atractivo para mí, y es que la época en la que transcurren los hechos me seduce especialmente, habiendo cuenta que se había doblado la esquina de la Revolución Francesa a todo correr, para continuar por el estrecho pasillo de la Restauración borbónica, después de que el país atravesara los amplios y soberbios salones del Imperio Napoleónico. Efectivamente: me estoy tirando el pisto para deciros que la Francia del S.XIX tiene mucha miga histórica.

Podéis consultar más en La Aldea Irreductible. http://irreductible.naukas.com/2013/11/06/ver-cadaveres-una-de-las-diversiones-mas-populares-de-paris-en-el-siglo-xix/?sa=X&ved=0CCQQ9QEwB2oVChMIr8KynJnzxgIVRe0UCh3RuwCw

Durante el XIX, la visita a la morgue de París para ver cadáveres era una de las macabras atracciones de ocio para los cuidadanos.

Y aquí es donde Víctor Hugo tiene su mejor baza: en la descripción del antes, durante y el después.

Ahora bien: hay que estar pero que muy documentado para seguirle el hilo de personajes reales – coetáneos o anteriores -, de circunstancias, hechos históricos y situaciones, porque si no eres catedrático de Historia Contemporánea es fácil que te pierdas entre tanta cita. Por daros un dato: la edición del libro que cayó en mis manos tiene unas 50 páginas de notas al pie. ¿Igual demasiado detalle?… No obstante, el mérito es suyo y sólo suyo. No es fácil encontrar a un autor con tal nivel de abrumadora minuciosidad. Sólo quiero citar, para vuestro deleite, el recuerdo tan amargo que guardo de la descripción de la configuración y ampliaciones de las cloacas de París a lo largo de la historia de la ciudad. Unas páginas memorables, sí señor.

Por lo demás la historia, la trama meramente personal de los protagonistas, me ha parecido triste, sí, obvio; pero (humilde, humildísimamente) opino que Víctor Hugo abusa a la hora de dar pena. Es como si se regocijara en la lástima que provocan sus personajes. Personajes que, por otro lado, son tan extremos que resultan poco creíbles. Con algunas salvedades. Me explico:

Jean Valjean es el bueno. Tan extremadamente bueno que no se sostiene. Desde Jesucristo no ha visto cosa igual. El comisario de policía Javert es tan moralmente rígido que es imposible, literalmente, que un adulto, con sus cotidianeidades, pueda seguir semejante línea de comportamiento las 24 horas. Imposible. Cosette es la dulce. Tan cándida, que es plana; un personaje sin matices ni aristas. Como una princesa de cuento. Salvo de esta hoguera a Marius Pontmercy, porque es el único personaje que plantea ciertas ambigüedades. En una palabra: humano y contradictorio como la gente real.

También me sorprendió la facilidad que tienen todos los personajes de Los Miserables en encontrarse una y otra vez y cruzar sus vidas, a menudo sin buscarse, en el París post-revolucionario. Unos datos: París duplicó su población durante la primera mitad del siglo XIX, pasando a tener hacia 1850 en torno al millón de habitantes. Durante el total del s.XIX la ciudad cuadruplicó su población. Me ha gustado mucho la descripción de la época que ha hecho El Arte no viene de Marte, y desde aquí os recomiendo, si queréis ampliar.

Ilustración de una carnicería con fresquísimo y apetecible género en perros, gatos y ratas, en los arrabales del París del S.XIX

Ilustración de una carnicería con fresquísimo y apetecible género en perros, gatos y ratas, en los arrabales del París del S.XIX

Pero bueno, quién soy yo para criticar de esta manera una obra cumbre de la Literatura europea, tan venerada, tan versionada en tantos formatos, que casi me estoy arrepintiendo de mis palabras… Víctor Hugo es un autor prácticamente con una calle a su nombre en cada ciudad de Francia. Aunque, por otro lado, siempre mejor ser sincer@ y haberlo leído, que intentar quedar bien diciendo cuanto me gustó sin haberlo tenido en mis manos.

Dictadoras (Rosa Montero)

Estándar
Dictadoras (Rosa Montero)

Cabe aclarar, en primer lugar, que a pesar de aparecer en portada como única autora, «Dictadoras» es en realidad la adaptación de los guiones de la serie de documentales homónima de la productora argentina TN, en la que ella ha colaborado. Pero ya se sabe: los motivos comerciales obligan a destacar a Rosa Montero por encima del resto de participantes, a pesar de que a ella, aparentemente, no le hizo mucha gracia la tergiversación.

 

Twiter Rosa Montero. Comuniadd Lectora

Stalin y su hija Svetlana Alliluyeva. Comunidad Lectora

Stalin, con la que fue su única debilidad, su hija Svetlana.

Hecha esta aclaración inicial, hay que decir que «Dictadoras« es un libro estupendo, lúdico y accesible a la vez: no supera las 200 páginas pero está lleno de Historia y curiosidades. Evita las banalidades, desechando el cotilleo morboso, si bien en ocasiones elude profundizar más en el personaje principal, esto es, el dictador (léase lo de «principal» como aquel que pasó a la Historia). A veces se echa a faltar un poco más de foco analítico sobre la figura más destacada, (que es a quien algunos lectores vamos realmente buscando con esta lectura), aunque dándole una segunda vuelta es de agradecer que se aborde la obra desde un punto de vista desde el cual la letras grandes que rodean a estos dictadores no le quite brillo a lo que se quiere contar, y a quien está dedicada la obra: ellas.

Hitler en un momento tierno con su sobrina, Geli.

Hitler en un momento tierno con su sobrina, Geli.

Para quien no lo sepa, – y a pesar de que a lo largo del XX ha sido costoso ir dando luz al papel de las mujeres en los avatares del siglo -, es innegable que en todos los ámbitos, también en el entorno de los individuos más poderosos del mundo, se dan personas influyentes a diferentes niveles. Estos individuos poderosos han sido casi siempre, como decía, del sexo masculino. Las mujeres que pudieron ejercer sobre ellos algún tipo de influencia han quedado a un lado, desvinculadas de todo lo acontecido. A menudo nos hemos quedado sin saber hasta qué punto había alguien más que movía los hilos, y si lo había, quién era. Y cómo era. Aunque es interesante conocer también las historias de aquellas pobres desdichadas que, no sólo no movieron hilo alguno, sino que fueron atropelladas por los sucesos de la época, víctimas del monstruo al que acompañaron (para mal) en algún momento de sus vidas.

Benito Mussolini, con su familia, al más puro estilo del macho italiano que tanto le gustaba.

Benito Mussolini con su familia, al más puro estilo del macho italiano que tanto le gustaba.

 

El beso de la mujer araña (Manuel Puig)

Estándar
El beso de la mujer araña (Manuel Puig)

El beso de la mujer araña es un libro tierno (tranquilos los antipastelones), aunque no lo parece. Trata la historia de dos presos, cada uno represaliado por un motivo. En el momento en que está escrito, el escritor argentino Manuel Puig se encontraba exiliado debido a la represión en su país natal. Las sucesivas inestabilidades políticas en Sudamérica es una cuestión que ha marcado muchísimo a los autores latinoamericanos. De hecho, El beso de la mujer araña fue prohibida durante los años 70 por la dictadura militar argentina.

Sin embargo, ¡oh, sorpresa!, no es ésta una novela sobre censuras, represiones políticas, presos de conciencia o ideologías. No temáis peroratas sobre la libertad porque hay mucha menos tensión ideológica y doctrina política de lo que puede esperarse. Dos hombres, desconocidos, diferentes y presos. La amistad de ambos se cuece a fuego lento mientras uno de ellos, Molina, el más cándido, mundano, frágil y superficial, lleva al otro, a Valentín, a su terreno. Molina es un homosexual que aspira a llegar a ser mujer algún día. Valentín es un radical militante de izquierdas. Es un auténtico placer disfrutar del poco a poco de esta relación.

El beso de la mujer araña. Comunidad Lectora.

William Hurt suspira en su celda por una colada con etiqueta de Vicky Beckahm.

 

 

 

 

 

 

 

Uno de los rasgos principales de la obra de Puig es la fascinación de éste por el cine. Podéis comprobarlo que cualquier post, introducción de sus libros o reseña acerca de cualquiera de sus novelas. De hecho, colaboró como guionista de cine y en 1985 la propia novela que tratamos, El beso de la mujer pantera, se llevó a la gran pantalla.  Y aunque es innegable que se nota latir el pulso del momento político que se vive en Argentina, el cine es el otro gran protagonista de esta novela. En ese sentido, veo cosas de Manuel Puig en autores como Boris Izaguirre. No es sólo el amor por el cine, sino también la fascinación por sus estrellas, esas actrices y actores que representan lo que los humildes humanos nunca llegaremos a ser.

Fuera de la recurrente cuestión del fondo temático del cine, en El beso de la mujer araña se tratan otros temas, más previsibles pero que rodean de ternura esta historia, dándole la forma que verdaderamente se busca en la crónica de la relación entre dos personas encerradas: la falta de libertad, el compañerismo, los sentimientos, la empatía, el sexo, la soledad, la compañía, la amistad. Todo tópicos, sí, pero que conforman el nido algodonoso de la parte bonita de esta historia.

Madame Bovary (Gustave Flaubert)

Estándar
Madame Bovary (Gustave Flaubert)

Tenemos ante nosotros otra de esas historias para las que el mojigato S.XIX no estaba preparado, ante ustedes, todo un clásico: Madame Bovary. La publicación de Madame Bovary provocó un gran escándalo y Flaubert fue llevado a juicio por inmoral (¡!). Para tranquilidad de todos, informaros que fue absuelto y el proceso generó un grandísimo éxito editorial a la novela.

¡Corre Madame Bovary, que nos pilla la misa de 12:00!

Madame Bovary cómic. Comunidad Lectora

Madame Bovary ha sido adaptada varias veces al cine, al teatro y hasta al cómic.

Emma Bovary es esa mujer y esposa perfecta: mujer florero definición de los cánones de rigor de este siglo para con las mujeres en general; y las mujeres casadas en particular. Pero con una singularidad: Emma se aburre. Las expectativas sobre el amor que se crea durante el noviazgo no se corresponden con la cotidianeidad de la vida marital (OMG!! El caso es que este dato me suena… ¿será que el ñoño romanticismo del XIX sigue aún entre nosotros? ¿Entonces el amor no es tan bonito como se ve en el cine? Esto es rabiosa actualidad, amigos).

El concepto del amor y la mujer en el S. XIX estaba en parte moldeado por el romanticismo. Esta corriente intelectual y cultural idealizaba el amor y las relaciones amorosas, y el sentimiento y sensibilidad de las mujeres se acoplaba cómodamente al lugar que socialmente se le adjudica (bella, dulce, instruida y culta sin llegar al exceso, sin ideas políticas, discreta, modosa, obediente, sumisa y madre amantísima), así como también adapta esta forma de vivir el noviazgo, primera y principalmente, y el matrimonio, posteriormente, y con mayor o menor suerte. En la novela, en la parte opuesta a Emma, su anodino marido y el resto de personajes representan el cinismo y los valores que regían la vida social del momento frente la insatisfacción (y terquedad) de la protagonista por alcanzar una felicidad utópica e irreal.

En este encuadre social en que fue publicada Madame Bovary – primeramente por entregas y después como obra completa – el adulterio era un concepto ambigüo en su consideración: bien visto y habitual si se es hombre, absolutamente condenable si se es mujer. A esta valoración hay que añadir que en realidad Madame Bovary rompió con las pautas de la literatura romántica, considerándose uno de los exponentes del realismo, la corriente que surge como contrapunto a la aparatosidad del romanticismo, poniendo sobre la mesa cuestiones más mundanas y con una visión más fiel a la realidad.

Las manitas quietas, que nos miran.

Sin este contexto no puede entenderse una obra como Madame Bovary,  en la que el propio Flaubert a veces parece condenar a Emma por su idea infantil del amor, pero otras veces la compadece en su infelicidad. El propio autor detestaba los dogmas sociales de la época y llegó a afirmar «Madame Bovary c’est  moi».

Y me repito en lo que antes afirmaba sotto voce: los ideales románticos y los prototipos de hombre/ mujer son dañinos, pero siguen vigentes. Madame Bovary es un clásico, pero porque su esencia se mantiene en nuestra cultura occidental sin acusar poco más que unas pocas arrugas en el corsé.

Carta de una desconocida (Stefan Zweig)

Estándar
Carta de una desconocida (Stefan Zweig)

No sé por qué Carta de una desconocida ha fascinado siempre tanto a todo aquel que ha tenido la posibilidad de leerlo. Ha llegado a ser adaptada al cine, la televisión y hasta la ópera. Ciertamente, se trata de una obra que te deja esa sensación entre el estupor y la amargura; Zweig era un escritor que tenía una sensibilidad especial para describir los sentimientos más que las situaciones.

Joan Fontaine, arrebatadita de amor por Louis Jourdan, l pianista guaperas de la primera versión en cine de "Carta de una desconocida"

Joan Fontaine, arrebatadita de amor por Louis Jourdan, el pianista guapito de cara en la primera versión en cine de «Carta de una desconocida»

En esta obra nos cuenta la historia de una mujer que brinda por carta una sincera y tristísima declaración de amor incondicional a un hombre que no sabe que ella existe. Completamente anónima, invisible, insignificante y anodina para aquél a quien dedica su tierna Carta de una desconocida. Ella es la amargura de amar en silencio. ¿Pero por qué en silencio? No hay una explicación para ese anonimato tan voluntariamente resignado. ¿Existe alguien que pueda amar sin ser correspondido, sacrificando tanto? No lo sé. No sé si es posible. El caso es que nuestra protagonista dedica su vida entera a este amor tan afligidamente romántico y nada razonable, visto desde los ojos de un cuidadano S. XXI.

El caso es que, como habréis podido imaginar, la historia es lo que es. De hecho, Carta de una desconocida se trata de una obra breve de Zweig. No obstante, a pesar de lo irracional que pueda parecer lo que se nos cuenta en este monólogo, Zweig es un autor que trata muy delicadamente esto de las emociones. Me hubiera gustado realmente haber podido coincidir en el tiempo con Stefan Zweig; y no me refiero a haber retrocedido en el tiempo, sino que él hubiera vivido hasta nuestros días. Porque como persona le supongo alguien terriblemente sensible y afectivo. No es Carta de una desconocida la obra de este autor que más admiro. Sin embargo, la considero suficientemente representativa de lo que quiero exponer sobre este escritor: y es que sus descripciones sobre los sentimientos, especialmente sobre los sentimientos de las mujeres, le hacen interesante, como literato y como ser humano. En este sentido, recomiendo sus biografías de  María Estuardo o María Antonieta.

Stefan Zweig. Comunidad LectoraComo muchos de vosotros sabréis, Zweig se suicidó en 1942 en Río de Janerio junto a su segunda mujer, después de haber huído de su Austria natal a raíz de la ocupación nazi. No pudo soportar el auge del nazismo y, convencido de la extensión mundial de esta doctrina y asqueado del extremo al que podía llegar el comportamiento humano, decidió voluntariamente dejar de existir. No he querido subir la fotografía que existe del deceso. Mejor le recordamos vivo y haciendo gala de esa emotividad tan descriptiva que le caracteriza.

Conversación en La Catedral (Mario Vargas Llosa)

Estándar
Conversación en La Catedral (Mario Vargas Llosa)

Vargas Llosa es un autor un poco controvertido, por aquello de que mantiene una cierta actividad política medianamente notable, y además, en cierto modo mediatizada, puesto que es un señor que, por delante de muchos otros literatos, allá donde va le sigue una cámara. El caso es que, especialmente después de recibir el Nobel de Literatura en 2010, he venido notando que sigue manteniendo a muchos seguidores fieles, pero también puede presumir de tener unos cuantos detractores. Más por lo ideológico que por lo literario. Es lo que tiene posicionarse políticamente más allá del modo autor-protesta, por encima de que se trate de uno de los literatos más destacados del S. XX y XXI.

Dicho esto, Vargas Llosa es un escritor muy prolífico, y esto ya tiene su mérito, pero también muy versátil. No sólo cuenta con un consistente y sólido número de obras a sus espaldas (y en una gran parte son obras que no puede uno morir sin haber leído, especialmente en novela). Sino que también se ha movido con mucha soltura en otros géneros de la literatura sin despeinarse mucho ese pedazo de flequillo. Se sabe que es un gran amante del teatro, e incluso formó parte del elenco en ‘Los cuentos de la peste’.

Vargas Llosa en un momentazo de su actuación teatral. Túnica y pelo del mismo color, ¡qué acierto el Just for Men!

Vargas Llosa en un momentazo de su actuación teatral. Túnica y pelo del mismo color, ¡qué acierto el Just for Men!

En este sentido cabe destacar que, a pesar de que como todos los grandes autores tienen características que dan el toque personal al conjunto de su obra, Vargas Llosa es, en este sentido, bastante dúctil. Se adapta con facilidad a lo que está contando, situándose en un marco concreto y adaptándose a él, y no al revés (me atrevo a apuntar que suele ser lo habitual).

Sin embargo, también soy de los lectores que piensa que Mario Vargas Llosa tiene obras menores (es lo normal cuando se escribe tanto). Pero no es éste el caso de «Conversación en la Catedral». Esta novela lo tiene todo: está bien escrita, con sencillez pero sin caer en tópicos, sigue un argumento que es lineal, pero que se desvía en el espacio y el tiempo lo debido como para crear interés en las historias paralelas, sin aburrirnos con aventuras vacías con las que rellenar páginas. Todo parece estar configurado al milímetro. Y uno no sabe hasta qué punto encajan las piezas hasta el mismísimo final. Osea, que además de todo, llega uno a la última página con cara de sorpresa.

Manuel Odría, mirando interesante a no se sabe dónde. Vistos así, ningún dictador infunde mucho respeto.

Manuel Odría, mirando interesante a no se sabe dónde. Vistos así, ningún dictador infunde mucho respeto.

Bien es cierto que la temática puede resultar un poco densa en ciertas partes. No esperemos un libro de aventuras épicas, porque no lo es, ni tiene tampoco un ritmo trepidante. «Conversación en la Catedral« cuenta la historia de Zavalita, un joven periodista de «familia bien» en el Perú de los 50, en plena dictadura de Manuel Odría. Zavalita es alguien a quien no le gusta su vida, ni su país, ni su familia, ni su trabajo. Yo creo que refleja un poco la esencia de un Perú harto y cansado, humillado y roto. En estas conversaciones en el bar llamado La Catedral convergen gran número de personajes, relacionados en mayor o menor medida con el protagonista, pero que tienen mucho peso en la Historia del Perú que se nos está definiendo. Advierto que cada uno tiene su propia historia y si vienen o no a cuento es una cosa que puede provocar cierta confusión.

Me ha gustado cómo lo ha definido Antonio Méndez en la su crítica de «Conversación en La Catedral», cuando dice: Aunque es un libro muy recomendable, la pluralidad de voces en existencias paralelas que confluyen al mismo tiempo y la experimentación cronológica puede resultar un tanto cansina para los lectores ubicados en la simpleza del best-seller.

De todas formas, me reitero en lo dicho: Mario Vargas Llosa tiene muchísimas obras. Si queréis amor: «Lituma en los Andes». Si queréis humor: «Pantaleón y las visitadoras». Si queréis crítica política: «Los cachorros» o «La fiesta del chivo». Si queréis teatro: «Kathie y el hipopótamo» (que digo yo: si Ana Belén proragonizó esta obra en teatro, tampoco será para tanto lo de este hombre…). En fin, ¡barra libre de M.V.L. para todos, que yo invito!