
Se me ocurren montones de adjetivos con los que adornar este post acerca de «Córdoba de los Omeyas». De verdad que hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una obra tan personal como ésta. No sé si os interesa el tema en particular, por supuesto que este punto es importante. Si es así, os aseguro que encontraréis absolutamente maravillosa este libro. En mi caso, sí, la Córdoba medieval y morisca es un tema que siempre me ha encantado, y es por eso que he tenido el placer de leer numerosas obras acerca de él, algunas de ficción, otras, como ésta que nos ocupa, de divulgación. Independientemente al tema histórico, que por supuesto está presente, «Córdoba de los Omeyas» es una descripción muy particular de lo que la ciudad y su historia evocan en Antonio Muñoz Molina. Este señor, escritor verdaderamente polifacético, ha sido recientemente premiado con el Príncipe de Asturias de las Letras 2013. No hace falta que os recuerde que es, depués del Nobel, el premio literario más importante del mundo. Y no se trata de una lotería. La forma de narrar de Muñoz Molina es francamente especial. En un caso éste aún más, porque se entrega a las sensaciones y reflexiones más personales.
Esta obra fue escrita por su autor a finales de los 80, precisamente por encargo. Entonces el reconocimiento de Muñoz Molina era considerable, aunque no el actual. Ya tenía a sus espaldas varios éxitos, pero siempre recelo de los libros que los escritores crean a raíz de la petición de un tercero (entiéndase la editorial). De primeras me parecen motivaciones más comerciales. Sin embargo, y tal como nos cuenta el autor en la introducción (que por cierto, precisamente por ser lo más «made in Muñoz Molina» se puede hacer un pelín densa), su estrecha relación con Córdoba va atrapándolo hasta que llega a considerarse uno de esos autores poseídos por una ciudad, citando ejemplos míticos como Dickens y Londres, Durrel y Alejandría, Galdós y Madrid, o éste que me permito aportar: Pamuk y Estambul. Y según vamos avanzando en la lectura comprobamos que es cierto: las reflexiones del autor acompañando a los datos históricos, a las citas de autores contemporáneos a la época, los pasajes de otras obras, las curiosidades y personajes, nos llegan a contagiar esa fascinación, ese desvelo por algo que fue real; a pesar de que para Muñoz Molina y para nosotros la Historia sea a menudo casi un cuento inventado por personas que nos
precedieron, puesto que es a través de sus ojos y su imaginación como podemos creernos que llegamos a revivirlo.
¿Conocemos los «cristianos» el alcance del esplendor de la ciudad de los Omeyas? Córdoba fue la Nueva York del S. XIII. La gran metrópoli de Occidente. Si creemos lo que citan fuentes contemporáneas, cientos de aventureros cruzaban medio mundo – cuando la gran parte de la población moría donde había nacido, no lo olvidemos-, para conocer de primera mano las maravillas que se contaban acerca de sus palacios, jardines, paisajes y su sofisticada y opulenta forma de vida. Pensad ahora que alguien totalmente seducido por semejante ciudad y que conoce al dedillo su historia, se digna a hacernos una crónica de sus leyendas, contarnos quiénes fueron los personajes más destacados, los vicios de sus califas, los escondites de sus harenes, las más curiosas anécdotas de la vida cotidiana y sus pobladores, sus barrios y sus costumbres. Creedme: es un auténtico lujo.
Ya solamente conocer de mano de este gran conocedor de Córdoba cuál fue la odisea de Abd Al-Rahman I, fundador del emirato de Córdoba, es mil veces mejor que cualquier historia ficticia de un super héroe que yo haya podido leer. Eso significa que en «Córdoba de los Omeyas» no encontraremos únicamente una cronología de sucesos, sino uno interpretación de los mismos. Y el libro acabará atrapándoos completamente con cada uno de los relatos (repito: reales y a la vez tan legendarios), tal como ha hecho conmigo.