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Estambul (Orhan Pamuk)

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Estambul (Orhan Pamuk)

Comencé este libro con muchas ganas. Ya sabéis: eso siempre te predispone a un resultado positivo, pero corres el riesgo de crear unas expectativas que finalmente pueden no llegar a cumplirse.

Llegué a Orhan Pamuk -como a tantos otros escritores no occidentales- a través de la concesión del Premio Nobel de Liteartura en 2.006. Esto, que a priori puede parecer una garantía, nos puede llevar a conocer los más áridos rincones de la Literatura. Porque no siempre lo considerado mejor es lo más fácil de consumir, en fin, el debate de siempre: calidad versus divertimento, y bla, bla, bla…

Y es que es totalmente cierto: hay novelas y autores imposibles, infumables para la mayoría; mientras que muchas obras que han conseguido grandes éxitos de ventas nos pasan por delante de nuestras narices sin que les prestemos atención, sólo porque las consideramos mayoritarias. Esto se resume en una sencilla palabra: los prejuicios.

Pero bueno, estamos aquí para hablar de «Estambul», la original autobiografía de Pamuk que, sí, finalmente terminó por engancharme y dejar en mí ese sabor de boca tan especial que (afortunadamente) no se ha ido con los años.

Para los que no conozcáis Estambul os diré que es una ciudad fascinante, incluso para un primer contacto como turista estándar, puede dejarte embelesado en cuatro días con sus contrastes y su combinación de tradición y modernidad. Las calles, las casas, las zonas menos transitadas, y las más turísticas también… todo tiene un encanto especial si sabemos verlo. Así pues, éste fue otro elemento que me hizo llegar a este libro de lo más receptiva.

Ahora bien, aunque reconozco que me atrajo en un principio el hecho de que no se trata de una biografía al uso, y que la vida de Pamuk tampoco es que sea moco de pavo, según iban pasando los capítulos sí que se me hacía cada vez más denso el recorrer de su mano (es un decir, amigos) esta ciudad que tan bien conocía él, y que descubrí que tan, pero tan poco conocía yo. Orhan Pamuk es un científico de su ciudad natal, un auténtico fan fatal, entregado a recorrer sus avenidas y plazas una y otra vez desde su más tierna infancia, a fotografiar sus casas, dibujar las fachadas, los cruces de caminos, las calles menos pavimentadas, los restos arqueológicos menos conocidos, y los rincones más secretos. Esto le hace un erudito de Estambul aunque cueste unas cuantas de cientos de páginas darse cuenta. Sabe de lo que habla, y no se limita en exclusiva a contar lo que sabe de sí mismo, que también, sino a enmarcarlo de una forma milimétrica en la ciudad que tanto ama, y que fue testigo de todo cuanto relata.

Como digo, la vida de Orhan Pamuk no tiene desperdicio (¿por qué esta gente casi nunca tiene vidas aburridas?). Hijo de una familia acomodada pero cuyos padres vivieron una relación insatisfactoria e infeliz, el autor acaba marcado por esa ciudad tan mediterránea y oriental al mismo tiempo, mucho más de lo que yo misma puedo decir de que me marcó mi propia ciudad (y eso que, inevitablemente todos estamos marcados de alguna forma por el lugar donde crecimos).

Las fotografías antiguas de la ciudad, tomadas a menudo por un joven Pamuk, son un auténtico tesoro.

De verdad: es que este hombre es un virtuoso de Estambul (si se puede usar esta expresión) desde su más tierna juventud, con una entrega hacia su propia ciudad que no estamos acostumbrados a vivir. Será que suele deslumbrarnos más lo que hemos descubierto en nuestra vida adulta. Lo mejor de todo es que, cuando uno termina el libro, ese largo paseo que supone su lectura nos deja la sensación de compartir con Pamuk la pasión que, año tras año de su existencia y arropándole en cada capítulo de su vida, el autor vive por su ciudad. Llegamos a identificarnos con sus gustos, que recién descubiertos por nosotros, podemos llegar a comprender y compartir: el arte del detalle en los dibujos de Melling, por ejemplo, o sin lugar a dudas, las fotografías antiguas de las calles sucias, de los barrios pobres, sin pavimentar, mal iluminadas, los palacetes derruidos, consumidos por las llamas…

Una vista de Estambul del S.XVIII de Melling.