
La novela juvenil siempre ha contado, quieras que no, con cierta condescendencia por parte de la literatura destinada a adultos. Algo así como «nos alegra que existas; algún día crecerás y pasarás a ser una obra seria». ¡Ah!, las pijadas los prejuicios…
Bien es cierto que a principios de este siglo la novela juvenil ha sufrido un boom de popularidad que ha dado pie a la divergencia entre aquellas obras que se suben al carro del mainstream (a quién no le amarga un dulce, amigos), y las novelas que mantienen un nivel de dignidad en sus historias, sean éstas destinadas al público joven o no, e independientemente al exitoso mercado que viene rodeando este tipo de literatura. Poderoso caballero es don dinero, citando a Quevedo, y todos aspiramos a ser superventas. No tiene nada de extraño.
Pues bien, por lo que me concierne «Llévame al cielo« entraría en la primera de estas categorías. La trama viene narrada por el personaje principal y en primera persona: Emilia. Un desastroso drama familiar y el correspondiente sentimiento de culpa le llevan a un centro psiquiátrico para adolescentes donde hace amistad con otros personajes, juguetes rotos todos ellos.
Emilia es la chica frágil y sola que podría ser protagonista en cualquier obra de amor juvenil, como tantas otras. Reconozcámoslo, no es tan diferente. Pero en este caso, si consigue levantar cabeza no se debe a luchas vampíricas u otras extraordinarias circunstancias de ficción. Tampoco a su férrea voluntad de mujer, que despierta en plena pubertad para enfrentarse a las maduras adversidades reales, convirtiéndole en una valiente luchadora de la vida adulta.
Emilia es una enferma. Sufre un duro shock traumático y sigue un tratamiento médico; súper importante a la vez que latente a lo largo de la narración. Por supuesto, existe un detonante en esta historia, un antes y un después, el inicio de lo denso en la trama, y esto es el hecho de establecer relaciones sociales (vital para el ser humano). Más allá de todo esto, lo que hace más especial «Llévame al cielo« es a los integrantes de estas relaciones: chavales especiales, tristes, o solos, doloridos; sus correspondientes emociones, extravagantes para el resto. Las carencias emocionales, las inseguridades.
Por lo demás se trata de una novela sencilla. Entretenida. Sin más ambiciones.
El hecho de mezclar el mundo adolescente con el de las enfermedades mentales le sale bastante interesante a Guelfenbein. «Llévame al cielo« resulta una novela emotiva sin caer en el sentimentalismo. Los sentimientos no terminan siendo empalagosos, con el riesgo que supone para una novela como la que nos ocupa. Bien es cierto que Guelfenbein mantiene una parte crítica de lectores que consideran cursis sus historias.
Aquí podéis echar un vistazo al tráiler del vídeobook. Y salís de dudas.