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Tulipanes de Marte (Javier Yanes)

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Tulipanes de Marte (Javier Yanes)

El regusto final al terminar «Tulipanes de Marte» puede que sea quizá un poco de… cierta sorpresa. Me explico: esa mezcla de géneros literarios, mezcla que vamos adviertiendo según vamos avanzando en esta historia, comenzando por la novela juvenil y acabando con la ciencia ficción, le deja a uno cuanto menos un poco desconcertado. Ojo, no es que eso sea malo. Pero desorienta.

De primeras tenemos la sensación de estar leyendo una novela juvenil de las que nos mandaban leer los profesores de literatura en el instituto; en esta parte se describe la infancia en Kenia del protagonista, Ismael, un chaval de padres españoles que vive despreocupadamente en una casa que comparte con la familia de Samuel, su «medio hermano». A ambos se les une una compañera de colegio, Nadine, y juntos vivirán las tópicas aventuras juveniles que tanto acaban por marcarnos a todos los mortales. Digamos que esta parte de «Tulipanes…» es donde he encontrado ciertos los momentos más… ¿ñoños?

Después de aquella etapa, y como siempre suele suceder, la vida de cada personaje acaba siguiendo distintas trayectorias, lo que hace que vayan madurando en función de sus respectivas vivencias para acabar por separarse, aunque sólo de forma temporal. Como podéis deducir, hasta aquí aparentemente «Tulipanes de Marte» nos ofrece una trama más o  menos despreocupada y relativamente atractiva. Aquí es donde conoceremos las experiencias más emocionalmente intensas en la vida de Ismael, y por lo que acabará siendo la persona que es en la tercera y última parte de esta historia. Parece que la trama se va complicando y aquí tenemos ya sensación de estar leyendo otro tipo de novela, más adulta.

Con motivo de un trágico suceso, la vida del protagonista de un giro de 180 grados, haciéndolo también la historia de Yanes. Parece que ha sido con «Tulipanes de Marte» que el autor ha decidido aprovechar sus recursos como escritor de artículos científicos, así que nos puede dejar algo sorprendidos semejante cambio de tercio. Pero esto no es nada con lo que seguirá en la siguiente parte de la historia de Ismael… Y hasta aquí puedo leer 😉

Javier Yanes. Comunidad LectoraDe primeras, este refrito de géneros no acabó de convencerme. Quizá es por ello que «Tulipanes de Marte» me ha gustado a ratos. Sin embargo, los ratos en los que he disfrutado, he disfrutado mucho. Creo que Javier Yanes escribe bien, sin profusas grandilocuencias petardas, pero tampoco nada en verdad destacable que salga de lo estrictamente «correcto», literariamente hablando. Las partes en las que el protagonista se dirige al lector, narrando sus vivencias «actuales» en primera persona, manteniéndote intrigado con esa situación que describe a medias, para finalmente llegar a sorprendernos cuando ya creemos que tenemos una teoría sobre lo ocurrido es asombrosamente fantástico. Sus experiencias como viajero y su vida en Kenia le permiten recrearse en la descripción de paisajes y ambientes. Él lo describe muy bien en su página web. También he encontrado que en algunos pasajes peca un poco de pomposo y hasta cursi. Y cito, por ejemplo, una de sus descripciones de Sevilla: » […] con una zambullida desde la misma cresta donde rompían, sobre el albero remansado de los jardines de Murillo, las olas de cal y de cemento de la judería […]». ¿Pelín empalagoso, quizá?

En cualquier caso, para quien quiera acercarse a algo entretenido que le permita evocar paisajes exóticos, infancias lejanas, relaciones perdidas, personas nunca del todo olvidadas y combinarlo con la vida extraterrrestre, que no se pierda «Tulipanes de Marte».

 

 

 

Un mundo feliz (Aldous Huxley)

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Un mundo feliz (Aldous Huxley)

Tenemos aquí uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción literaria. Ya tenía yo ganas de meterle mano a «Un mundo feliz», por aquello de que es una de las inspiraciones más recurrentes cuando se hacen evocaciones de lo que puede llegar a ser nuestro mundo en un futuro. No en vano ha sido y es un fortísimo influjo que ha ejercido un gran impacto artístico y cultural: desde pelis como «La isla» o «Matrix», hasta canciones de rock donde se menciona a personajes o escenas de la novela.

Muy comparada con «1984», de George Orwell, por los paralelismos en la temática de ciencia ficción futurista donde el Estado es quien controla todos los aspectos de nuestras existencias, ambas obras son objeto de estudio constante, tanto por las alusiones en las mismas a otras obras y autores (en el caso de «Un mundo feliz» las hay constantemente: a Shakespeare o Freud, por mencionar sólo dos de los más recurrentes), como por el impacto que las dos novelas han creado a su vez en otras obras, como hemos visto.

Esta pordría ser la imagen de un Londres futurista en «Un mundo feliz». No parece haber sitio para los pubs 😦

En realidad, si queréis investigar un poco sobre «Un mundo feliz» encontraréis todo tipo de explicaciones y teorías acerca de las motivaciones e influencias (como la relativa al mito de la caverna de Platón, por ejemplo; tranquila afición: que este post no será tan profundo), que llevaron a Huxley a imaginar un mundo en el que los seres humanos no nacen, sino que son creados artificialmente en grandes factorías con sucedáneos de sangre y mil potingues repulsivos más. De hecho, en mi opinión, estos detalles son los que hacen grande a esta novela, que por lo demás me ha resultado un tanto decpecionante.

Paso a comentar lo mejor y lo peor, con el permiso de los admiradores del señor Huxley.

Fabricación de bebés en serie. Mujeres: olviden las estrías y varices.

El hecho de fabricar seres humanos en serie es tan contundente cuando nos es revelado en sus detalles, en la primera parte de la novela, que se trata de uno de los aspectos más llamativos y mencionados sobre «Un mundo feliz». Y no sólo se limita a fabricarnos físicamente, sino que se nos condiciona psíquicamente para una vida futura predeterminada. Aquí escrito queda como muy rimbombante, pero es terriblemente reveladora la idea de que para aquellos humanos pensar en «madres» sea obsceno. Así: obs-ce-no.

En general todo lo relacionado con la vida cotidiana, partiendo de nuestra fabricación a la carta, es definitivamente curioso y suele ser uno de los grandes ganchos de este género: la ciencia ficción, donde se pone a prueba la imaginación del autor (esté mejor o peor basado en conocimientos científicos). No olvidemos que «Un mundo feliz» fue publicado en 1.932. También la exposición del tiempo es algo que Huxley hace con destreza: el a.F. y d.F. (antes y después de Ford), por ejemplo.

Sin embargo no me ha satisfecho del todo la concepción de la reserva de los salvajes, aunque bien es cierto que puede hacerse un paralelismo entre ésta y el pasado: algo feo, sucio, en desuso. Pero esa mezcla raruna entre la cultura de los indios americanos y la actual cultura occidental no le ha quedado del todo bien. Y su icono y metáfora con nuestro presente por excelencia, John el Salvaje, tampoco creo que esté muy logrado (segundas lecturas e interpretaciones metafísicas aparte, of course).Tampoco me parece que Huxley haya tapado todos los huecos posibles que puedan darse en esas vidas predefinidas; por muy condicionados que estén los seres humanos, siempre, absolutamente siempre, hay lugar para la improvisación, las variables, lo imprevisto… en fin, situaciones como la homosexualidad, por ejemplo, no están contempladas. Aunque ciertamente, la solución del soma es todo un acierto para complementar esas opciones.

He llegado a pensar que no me importaría nada probar un poco de aquello. Curiosidad científica, exclusivamente…

Danza de dragones (George R.R. Martin)

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Danza de dragones (George R.R. Martin)

Muchos de vosotros conoceréis, ya no como lectores, sino como espectadores, la serie de televisión Juego de Tronos. Ése no es más que el título de la primera novela de la serie de fantasía épica Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin, en la que se basa dicha serie televisiva.

Yo te nombro friki mayor de los Siete Reinos.

Los seguidores de los libros, declaro aquí públicamente que soy uno de ellos, sabréis que antes del verano llegó a España «Danza de Dragones», la quinta y (parece ser) antepenúltima obra que cerraría esta estupenda serie de aventuras medievales y de ciencia ficción que trae a medio mundo de cabeza. Lo cierto es que verdaderamente los lectores de esta saga están de forma absoluta entregados a su autor, los cientos de tramas, personajes y misterios que rodean a estos libros. Parece que ser que ha sido la ingente cantidad de seguidores en todos los países, lo que ha llevado a la productora HBO a apostar por una serie que difícilmente iba a defraudar a nivel de audiencias. Eso sí, jugando siempre con el riesgo de que lo fans-fatales de Martin pudieran considerarla una chapuza… Pero no ha sido así. En este caso, el éxito se consigue contando con el impagable asesoramiento del propio autor al rodaje y guiones de la serie. Recordad el enorme triunfo cosechado por Peter Jackson con las adaptaciones de Tolkien al cine, tanto a nivel de público como de crítica (Oscars y demás vainas). Por cierto que Martin se ha declarado siempre abiertamente seguidor del grandísimo Tolkien y sus mundos de fantasía épica.

Y volviendo a «Danza de dragones», os recomiendo fervientemente recurrir a la edición de Gigamesh, puesto que existe una versión que el propio autor, a modo de deferencia cariñosa, hizo llegar en primer lugar a sus fans de todo el mundo para que fueran ellos mismos quienes lo tradujesen a sus propios idiomas (ya os digo que es peña muy organizada) antes de ponerlo editorialmente en circulación. Y la traducción se ha hecho por diferentes personas en cada capítulo. En una palabra: un horror.

¿Qué encontraréis de nuevo en esta quinta entrega? Pues mucho y nada. A nivel de estilo épico-fantástico medieval, es más de lo mismo. Lógicamente. Y así será hasta que la serie esté finalizada. De eso se trata, amigos. Pero viene avisando de lo bueno: se acerca el invierno, no digo más. A nivel de tramas, un poco de lo mismo también: muchas historias cruzadas, algunos personajes nuevos, otros que no tenían mucha relevancia en obras anteriores destacan algo más, y viceversa. Sin embargo no deja nunca de sorprendernos con giros inesperados en las historias de los personajes más interesantes y destacados. La acción se desarrolla en gran parte en las llamadas ciudades al otro lado del Mar Angosto: Meereen, Pentos, Yunkai. Y bueno, las traiciones y alianzas propias de Canción de Hielo y Fuego, enmarcadas en una situación de inestabilidades y guerras en los Siete Reinos sigue siendo la base de todo lo demás. Aunque quizá puede que la situación haya llegado a ser más convulsa que en los libros anteriores. Eso sí: para acabar dejándonos en la más absoluta ignorancia final. En esto de lo intriga, Martin es un maestro. Así que aquí, más de lo mismo significa leer sin poder parar hasta acabar el libro. Y esperar al próximo como agua de mayo…

Creo que en «Danza de dragones» Daenerys podría ser el personaje más destacado y quien termina teniendo la clave para lo que pueda suceder en próximas entregas. Por otro lado, Jaimie Lannister pierde fuelle en este libro, igual que Arya Stark, a pesar de que en el anterior nos tenían con el corazón en un puño con el viraje de sus historias. Y Jon, en el Muro, otro de los personajes más carismáticos… ¡uf! Sin sangre en las venas estoy aún.

Un dato curioso: ganó el Premio Locus en 2012 a la mejor novela de fantasía. Para saber más podéis echar un vistazo a todas las entradas que hay en Wikipedia. Os dejo el link a la de esta última novela.

El viaje íntimo de la locura (Robe Iniesta)

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El viaje íntimo de la locura (Robe Iniesta)

No va a ser fácil hablar de esta novela… ¿Por dónde empezar? Lo primero es que sí, habéis leído bien, su autor es Robe Iniesta, el catatónico alma máter de Extemoduro (ahí es ná). Para quien no lo sepa, Extremoduro es una de las bandas de rock más interesantes de nuestra música patria. Se han caracterizado por siempre, entre otras cosas, por sus corrosivas letras – y me quedo corta- que para los recién iniciados o no familiarizados pueden ser agresivas, soeces, ofensivas, transgresoras y hasta blasfemas. Ya digo: cuestión de gustos. A mí me gustan. Si por algo en realidad son interesantes es, además de por todo esto, por cómo están descritos los sentimientos en las letras de sus canciones. Almas sensibles, abstenerse. Porque, ciertamente, no han bebido de las fuentes de Rubén Darío, pero sí saben describir el amor, digamos, de otra manera a la que nos tienen acostumbrados.

La última calada y me pongo con el siguiente capítulo.

No me extiendo mucho más con Extremo, que seguro que todos sabéis de quiénes hablo, y mejor os dejo un ejemplo de a qué me refiero en el párrafo anterior:  «me coge de la mano, yo me sueño con su pelo. Para estar tan colgado hace falta echarle huevos». Pura poesía 😉

Sobre Robe (Roberto Iniesta), el autor, se pueden decir aún más cosas que de su mítica banda. Os recomiendo consultar algunas de las declaraciones que él mismo ha hecho públicas acerca de las cosas que lo rodean, aquí. Pero, resumiendo, Robe es especial (o para echarle de comer aparte, según se mire). Tiene una visión de la vida en general a la que es fiel sin pertañear y sin pensar mucho en las consecuencias. Podríamos definirlo como un alma libre de las que ya no hay. Caiga quien caiga. Pero no es un alma libre en su versión romántica, qué va. Su relación con las drogas, controvertida (como siempre lo es), lo ha marcado en todo lo que ha hecho. Ha declarado siempre abiertamente el consumo de las mismas, aunque limitarnos a las drogas sería quedarnos solamente con la parte más morbosa de lo que Robe entiende por vivir la vida. Lo importante es que esta concepción vital ha marcado todo lo que ha hecho, partiendo de la música y llegando desde luego a su novela, El viaje ínitimo de la locura.

Uoho (guitarrista de Extremoduro y anteriormente de Platero y tú) intenta zurrale a Robe en plena entrevista. Ya hemos dicho que el tipo es una joya. No quiero ni pensar en las giras de esta peña.

En realidad, y sientiéndolo mucho, he de decir que se trata de una novela mediocre. Lo siento, Robe, pero te sale mejor cantarle a la resaca que sigue a que ella te deje tirado, que montar una historia consistente y con personajes sólidos. La trama se inicia con la historia de Don Severino, un estirado notario de vida calculada al milímetro, cuya metódica existencia se ve alterada cuando su casa comienza a ascender hacia el cielo sin motivo aparente.

Qué queréis que os diga… Don Severino es un patrón, de los pies a la cabeza, de todo aquello que supone lo que Robe siempre ha criticado: vida burguesa y sedentaria; ya se sabe, pagando facturas, sin haberse enamorado nunca, comiendo de latas. Un triste vamos. ¡Joé, pero podía haberle quedado un triste interesante! Es que el protagonista es tan plano que ni siquiera cuando comienza a sufrir cambios radicales que lo llevan a ser otra persona, Don Severino llega a ser algo atrayente. Desde luego, lo que sí hay que reconocer es que a Robe no le falta imaginación. Pero aún así la novela le queda floja, la historia, a menudo llega a ser aburrida, y de los personajes no hablo más porque es que de Don Severino no hay mucho más que decir.

Lo único a destacar es que a lo largo de los capítulos, el autor aprovecha para servirse agusto con todos los estamentos que siempre ha criticado y le han valido de inspiración para algunas de sus mejores canciones: La Iglesia, la Realeza (literalemente Severino se caga sobre la Reina de Inglaterra ;)), la visión social de la conducta sexual, los bancos, los notarios y las inmobiliarias. No deja títere con cabeza. También pueden identificarse muchas concesiones al Robe más poético. No olvidemos que se manifiesta lector y admirador de varios poetas, y esto queda reflejado en algunas de sus canciones, así como en pasajes de El viaje íntimo de la locura.

Aún así, siento decir que la novela no me convence. Esperemos que la próxima, si es que la hay, le salga un poco más equilibrada y sólida. Al fin y al cabo todo lo creativo debe sufrir un proceso gradual de evolución. Sólo nos queda confiar en que sea a mejor.

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (Haruki Murakami)

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El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (Haruki Murakami)

Me confieso públicamente fan-fatal de Murakami. Lo cierto es que aún no he leído todas sus novelas, y he de reconocer también que llegó a mí un poco de rebote (por no contar la historia «larga» de que llegó a casa y no fuí yo quien había escuchado hablar de él. Vamos, en la inopia total). Sin embargo el hecho de que El fin del mundo… fuera una edición de Tusquets ya me olía bien. Así que me dispuse con mucha curiosidad a ver de qué iba esto de los autores japoneses.  Bien es verdad, y lo digo por si hubiera alguien interesado en iniciarse con este autor, que no tiene muchas coincidencias con otros autores japoneses contemporáneos que yo conozca. Porque… cómo explicarlo… Murakami es capaz de crear universos enteros en cada una de sus novelas. Y eso no lo digo yo, que soy una pobre bloggera aficionada a la lectura. Se le ha catalogado como el escritor más cool del mundo, o como artífice del pop art literario. Casi ná. Anda que también los críticos literarios tienen sus días de máxima inspiración…

Os aconsejo fervientemente leer este «retrato robot» sobre el escritor que realizó el periódico The Times, y que encontraréis traducido aquí gracias a Papel en Blanco. Vamos, que es todo un personaje.

Como decía, como persona este señor debe ser ciertamente especial. Tiene ciertas fijezas con algunos de sus hobbies como dejó bien claro con la obra De qué hablo cuando hablo de correr, una especie de diario profesional de lo que son sus entrenamientos, sus dietas, sus marcas, las maratones en las que ha participado (debidamente documentado y acompañado de fotografías), así como las sensaciones que le proporciona esta actividad, anotadas con todo detalle, como suele hacer siempre que un tema le interesa y le produce cierta fascinación. Pero no engañarse: no es una novela. De hecho es un libro que me veo incapaz de llegar más allá de hojear. Demasiado atletismo para ser leído.

Lo que quiero decir con esto es que Murakami… is different.

Retomemos El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas. Esta obra me dejó fascinada. Tanto, que aunque he seguido leyendo a este autor, aún no he encontrado otra de sus obras que me dejara con la boca igual de abierta. Eso sí: no es una novela que yo aconseje a principiantes. Es árdua de leer al menos en sus primeros capítulos. Porque su estructura, como ocurre en algunas otras de sus novelas como Kafka en la orilla (de la que hablaremos en otra ocasión), se repite eso de las dos historias paralelas que se alternan y que aparentemente no tienen puntos coincidentes. Hasta que llega un momento en que ambas convergen, bien a través de los personajes, bien a través de las situaciones. Y entonces todo empieza a encajar. O todo lo contrario. Pero lo que sí puedo asegurar es que la trama llega a ser hipnótica (y esta palabra no está elegida al azar), enganchándonos con la historia aunque no seamos capaces de entender muy bien qué narices está pasando. Murakami dosifica las explicaciones de manera que llegues a sentir un poco esa ansiedad y desorientación que están sufriendo sus protagonistas. Personalmente, creo que no es una sesación fácil de provocar a través de las palabras. Y en eso le doy  un 10.

A través de historias que parten de personajes atormentados, perdidos, en plena búsqueda de respuestas, este autor consigue meternos en mundos que pasan de la intriga propia del género policíaco, a la pura ciencia ficción. Pasando por la Filosofía.

Porque he encontrado ciertos rasgos que aparecen en numerosas de sus novelas, como suele pasar cuando hay temas que preocupan e inquietan de forma particular a algunos autores. En el caso de Haruki Murakami son la Literatura, la Filosofía, el amor más platónico, la muerte. Cuando trata más ampliamente estos temas es cuando podéis encontrar que sus novelas se hacen un poco más… densas. También hay detalles (menos profundos, no va a ser todo ponerse intelectual) que aparecen en varias de las obras de este señor: las bibliotecas, los gatos (¡!), el mundo más espiritual (incluyendo aquí a los espíritus y personajes malignos), el sexo, la comida o la higiene personal. Me gusta especialmente cuando describe con tanta precisión cómo cocinan o se asean sus personajes. Le queda todo tan pulcro y tan bien contado, que te da por pensar en si él hace este tipo de cosas tan mecánicamente. ¡Cuánto detalle en tan pocas palabras!

Por lo demás remarco aquello de que consigue imbuirte en un mundo totalmente personal, único, y profundamente asocial, así que si en algún momento buscáis una lectura un poco más sofisticada, un libro que os haga revolveros en el sofá, disfrutar de la turbación y las historias imposibles, Murakami es vuestro autor.

La Guerra de los Mundos (George H. Wells)

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La Guerra de los Mundos (George H. Wells)

Pedazo de novela de ciencia ficción alienígena donde las haya. A mí personalmente me gustó el libro (pongamos en un ránking de 1 a 10, un 7). Ya sabía ciertamente algo sobre esta historia; y es que es fácil conocer algunos datos relativos a ella porque se han hecho algunas películas basadas en la novela de G. H. Wells: la primera, en 1.953, una segunda, en 2.005 (¡nada menos que dirigida por Spielberg!), y hasta un videojuego.

Como digo, a mí me gustó aunque reconozco que no hay nada especial en esta historia si la lees en el siglo XXI, como fue mi caso. Pero tenía curiosidad por conocer el porqué de que haya sido inspiración para tanta representación artística; y sobre todo quería saber qué tiene de especial para haber sido recreada en una retransmisión radiofónica en 1.938 por el mismísimo y entonces joven Orson Welles, y  haber hecho creer a una aterrorizada población que era invadida por los extraterrestres. Y esto es rigurosamente real. La historia de esta adaptación en la radio del señor Welles es sobradamente conocida y de hecho, cuenta con peli propia, así que no voy a extenderme mucho más. Pero no me digáis que no es increíble que la gente avasallara los supermercados, se colapsaran las carreteras y, en fin, se llegara al caos absoluto.

Claro, esto de invasiones extraterrestres hoy en día no suena a nada nuevo. Pero pensad lo que ocurrió no hace tanto, cuando los hogares del país más desarrollado del mundo por entonces (EE.UU.) no tenían televisor ni ordenadores, y lo que decía la radio era la absoluta realidad.

Todo esto tiene, en mi opinión, una sencilla explicación: el contexto histórico. Veamos, la novela de G.H. Wells se publicó nada menos que en 1898, es decir, S. XIX. Imaginad lo que supuso por aquel entonces un argumento tan poco trillado como esta original invasión, incluidos rayos destructores y máquinas horripilantes y mortíferas. Era una época de pleno desarrollo de la ciencia (teorías psicoanalíticas de Freud o las evolucionistas de Darwin), además de que por entonces existía entre cierta parte de la población un gusto importante por la parapsicología, las ciencias ocultas o la Historia Antigüa (que desembocó por entonces en descubrimientos como las ruinas de Troya, del Palacio de Knossos , por ejemplo, o incluso de la tumba de Tutankamón algunos años más tarde).

Aunque lo cierto es que lo mejor de la novela es, sin duda, cómo se inicia la invasión en cuestión. Porque origen resulta estar a miles de años de distancia del desarrollo de la acción, es decir, cuando el planeta ni siquiera estaba habitado. No me digáis que no es ciertamente original. Por lo demás la historia tiene un protagonista que no da ni frío ni calor, aunque el pobre las pasa canutas y acaba siendo un completo héroe «de novela».

Conclusión: no debe leerse a palo seco; es mejor transportarse a 1.900 para disfrutar de una auténtica aventura.

Orson Welles en plena "retransmisión" de la invasión de extraterrestres