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Dora Bruder (Patrick Modiano)

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Dora Bruder (Patrick Modiano)

Un buen día, Patrick Modiano leyó en un viejo periódico parisino el anuncio por palabras de unos padres que buscaban a su hija, una adolescente de 15 años, residente en un céntrico barrio de París muy conocido por él mismo. Llamó su atención y este simple gesto hizo que se obsesionara hasta tal punto con recuperar la ignorada (lógicamente ignorada, como se ignoran los millones de vidas de toda aquella persona anónima) vida de esta chica, que dedicó tenazmente varios años a investigar sus jóvenes y perecederos pasos, con el resultado de una novela que es un grito desesperado por reivindicar a todos aquellos que no han dejado apenas huella alguna en este mundo. Esto significa que Dora Bruder es la consecuencia de la documentación constante de Modiano, y por tanto, no se trata de una novela, sino de la recopilación continuada de sus propias labores de «reconstrucción». No hay ficción en Dora Bruder; y esto da escalofríos.

Avis_de_recherche_pour_Dora_Bruder_Paris-Soir_31_décembre_1941

Pero no nos quedemos en el simple anuncio por palabras; la vida de Dora Bruder no es únicamente triste por desconocida, sino especialmente por su funesto final: fue deportada a Auschwitz en 1.942.

Los Bruder era una familia judía inmigrante, procedente de Centroeuropa, si bien Dora era francesa, nacida en París. No obstante su triste final, a Modiano le interesaron más los orígenes de Dora, los de sus padres, su condición humilde, su carácter rebelde y todas circunstancias que rodearon su breve vida. Es decir, QUIÉN y POR QUÉ. Traslado aquí la cita sacada de una entrevista realizada a Modiano por el periódico El País (puede leerse completa aquí), que explica un poco el sentimiento que rodea a Dora Bruder: «[…] con el libro ya publicado, me llegó algo más de documentación sobre Dora. Y me planteé la cuestión de si merecía la pena reescribir la novela o no. Decidí que no. No soy historiador. Soy novelista. No importa tanto el resultado de la búsqueda como la búsqueda en sí. Así que la novela se quedó como está».

Tengo que decir que no había leído una forma tan impresionante de reflejar el transcurso de unos hechos a través del tiempo desde «Crónica de una muerte anunciada», de García Márquez.

El libro, (que ha sido de las mejores cosas que me han pasado este 2.017), se fundamenta en 3 ideas:

  1. el inclemente, cruel y riguroso paso del tiempo
  2. la vacuidad de las vidas de las personas anónimas
  3. la turbia época del colaboracionismo francés

Todas ellas tienen un halo de pesadumbre e injusticia, independientemente de cuál fuera el final de la pobre Dora. Dora Bruder es un agujero en la memoria. Modiano ha hecho con Dora lo que no ha podido hacer la Historia.

Dora Bruder

Patrick Modiano inauguró el Paseo de Dora Bruder en 2.015

 

Los Miserables (Víctor Hugo)

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Los Miserables (Víctor Hugo)

Quizá este post hable peor de mí que del propio libro. No voy a mentir a nadie (que Dios me perdone): Los Miserables es un libro aburrido de pelotas aridísimo. Tanto en contenido como en forma. Como suele pasar con muchos clásicos, uno empieza la aventura con las referencias de otros, que pueden ser aficionados – como yo –, o bien que ya te hubieran vendido la moto desde la clase de Literatura en el instituto. Que parece que estos libros lo ha leído todo el mundo menos tú, que eres un pringado…

Con todo ese batallón de expectativas me enfrenté a Los Miserables, augurando para mí los más intensos momentos de éxtasis cultureta. Pues bien: el ritmo esta novela es tan lento que, por cada descripción de una emoción o situación, con sus correspondientes epítetos e interminables comparaciones (más o menos poéticas), al terminar me habían crecido el pelo y las uñas. Que llegué a pensar que a Víctor Hugo le pagaban por número de páginas, como le sucedía a mi querido Benito Pérez Galdós.

Dicho esto, lo cierto es que Los Miserables tenía otro irresistible atractivo para mí, y es que la época en la que transcurren los hechos me seduce especialmente, habiendo cuenta que se había doblado la esquina de la Revolución Francesa a todo correr, para continuar por el estrecho pasillo de la Restauración borbónica, después de que el país atravesara los amplios y soberbios salones del Imperio Napoleónico. Efectivamente: me estoy tirando el pisto para deciros que la Francia del S.XIX tiene mucha miga histórica.

Podéis consultar más en La Aldea Irreductible. http://irreductible.naukas.com/2013/11/06/ver-cadaveres-una-de-las-diversiones-mas-populares-de-paris-en-el-siglo-xix/?sa=X&ved=0CCQQ9QEwB2oVChMIr8KynJnzxgIVRe0UCh3RuwCw

Durante el XIX, la visita a la morgue de París para ver cadáveres era una de las macabras atracciones de ocio para los cuidadanos.

Y aquí es donde Víctor Hugo tiene su mejor baza: en la descripción del antes, durante y el después.

Ahora bien: hay que estar pero que muy documentado para seguirle el hilo de personajes reales – coetáneos o anteriores -, de circunstancias, hechos históricos y situaciones, porque si no eres catedrático de Historia Contemporánea es fácil que te pierdas entre tanta cita. Por daros un dato: la edición del libro que cayó en mis manos tiene unas 50 páginas de notas al pie. ¿Igual demasiado detalle?… No obstante, el mérito es suyo y sólo suyo. No es fácil encontrar a un autor con tal nivel de abrumadora minuciosidad. Sólo quiero citar, para vuestro deleite, el recuerdo tan amargo que guardo de la descripción de la configuración y ampliaciones de las cloacas de París a lo largo de la historia de la ciudad. Unas páginas memorables, sí señor.

Por lo demás la historia, la trama meramente personal de los protagonistas, me ha parecido triste, sí, obvio; pero (humilde, humildísimamente) opino que Víctor Hugo abusa a la hora de dar pena. Es como si se regocijara en la lástima que provocan sus personajes. Personajes que, por otro lado, son tan extremos que resultan poco creíbles. Con algunas salvedades. Me explico:

Jean Valjean es el bueno. Tan extremadamente bueno que no se sostiene. Desde Jesucristo no ha visto cosa igual. El comisario de policía Javert es tan moralmente rígido que es imposible, literalmente, que un adulto, con sus cotidianeidades, pueda seguir semejante línea de comportamiento las 24 horas. Imposible. Cosette es la dulce. Tan cándida, que es plana; un personaje sin matices ni aristas. Como una princesa de cuento. Salvo de esta hoguera a Marius Pontmercy, porque es el único personaje que plantea ciertas ambigüedades. En una palabra: humano y contradictorio como la gente real.

También me sorprendió la facilidad que tienen todos los personajes de Los Miserables en encontrarse una y otra vez y cruzar sus vidas, a menudo sin buscarse, en el París post-revolucionario. Unos datos: París duplicó su población durante la primera mitad del siglo XIX, pasando a tener hacia 1850 en torno al millón de habitantes. Durante el total del s.XIX la ciudad cuadruplicó su población. Me ha gustado mucho la descripción de la época que ha hecho El Arte no viene de Marte, y desde aquí os recomiendo, si queréis ampliar.

Ilustración de una carnicería con fresquísimo y apetecible género en perros, gatos y ratas, en los arrabales del París del S.XIX

Ilustración de una carnicería con fresquísimo y apetecible género en perros, gatos y ratas, en los arrabales del París del S.XIX

Pero bueno, quién soy yo para criticar de esta manera una obra cumbre de la Literatura europea, tan venerada, tan versionada en tantos formatos, que casi me estoy arrepintiendo de mis palabras… Víctor Hugo es un autor prácticamente con una calle a su nombre en cada ciudad de Francia. Aunque, por otro lado, siempre mejor ser sincer@ y haberlo leído, que intentar quedar bien diciendo cuanto me gustó sin haberlo tenido en mis manos.

Suite francesa (Irène Némirovsky)

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Suite francesa (Irène Némirovsky)

Hay pocas novelas inclonclusas que hayan dado tanto juego y tan bien consideradas en el mundo literario como «Suite Francesa», de Irène Némirovsky. Y es que además de su innegable calidad estilística, de la que hablaremos en este post, creo que es francamente impactante la historia personal de su autora, así como el motivo por qué esta novela quedó a medio terminar.

Una joven (y forrada) Irène Némirovsky

Siempre he querido encontrar en las obras que más me han impactado un resquicio de justificación a esa profunda huella en la trayectoria vital de su autor. Como comprobaréis si echáis un vistazo al blog, veréis que en los casos de las obras más recomendadas hago un apunte acerca de las vidas privadas de sus creadores. En el caso de Némirovsky comprobaréis que su vida en general, y las circunstancias que rodearon la creación de «Suite Francesa»  en particular, no son moco de pavo.

Irène fue fruto del absurdo matrimonio entre un multimillonario ruso de origen judío y una bella mujer (¿a que os suena la historia?), la cual consintió en darle un vástago a su marido por puro capricho. Esta madre jamás sintió interés por su hija, a la que obligaba a llamarle por su nombre de pila – nunca «mamá» -, y que hacía pasar a su hija las vacaciones familiares en un recinto aparte junto con su institutriz. La escritora creció en medio de semejante soledad centrada en su voraz interés por las letras y la literatura. Hablaba ruso, polaco, inglés, ¡¡vasco!!, finés y yiddish. Con motivo de la Revolución Rusa de 1.918, la familia se vió obligada al exilio, finalizando su recorrido en París cuando Irène contaba 16 años.

Nemirovsky_hijas (1)Némirovsky concibió esta novela en su origen en cinco partes, cada una de las cuales narraría un retrato de la ocupación nazi en Francia durante la II Guerra Mundial. Pero lo único que podemos disfrutar de la misma son las dos primeras partes de su composición, ‘Tempestad en junio’ y ‘Dolce’.

No hace mucho he leído que esta obra es como un mensaje en una botella que alguien (Némirovsky) tiró al mar para dejar constancia de los hechos que entonces se estaban viviendo, y que otra persona (en este caso, su hija) consiguió rescatar para nosotros intacto. Me gusta esta concepción tan poética de esta historia tan dramáticamente terrorífica. Y es que el manuscrito quedó abandonado e inconcluso cuando su autora fue arrestada y posteriormente internada en el campo de Auschwit. Imaginad el final.

«Suite Francesa» narra las vivencias de diversas y diferentes personas durante la ocupación alemana en Francia. Precisamente esa diversidad es la que lleva esta novela a ser ese caleidoscopio de visiones de lo que por aquellos días estaba ocurriendo. Sentimientos y experiencias de todo tipo que llegan a lo más profundo y personal de sus protagonistas, y todo esto nos lo hace llegar Irène Némirovsky tan clara y directamente que nos parece ser un personaje más en la vorágine del éxodo, la resistencia, el colaboracionismo, el terror y hasta el amor.

El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas, padre)

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El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas, padre)

En mi opinión, éste es uno de los clásicos que todo el mundo debería – al menos- intentar leer una vez en la vida. Porque sorprende, primero, y seduce después. Con esto quiero decir que los clásicos en la Literatura, son una fuente inagotable de recursos para un lector que no busque siempre lo mismo. De hecho, a nivel de cultura general, es más que recomendable darle una vuelta a este tipo de novelas porque siempre que oigamos campanas al repecto, sabremos de qué se nos está hablando.

Vista actual del Castillo de If, donde Edmundo Dantés fue injustamente encarcelado, y de la que consiguió huir de una forma que hubiera envidiado el mismísimo James Bond».

En el caso que nos ocupa, El conde de Montecristo, es un referente inevitable siempre que se menciona la venganza. Y no me digáis que ése no es un tema recurrente en cultura: cine, teatro, novela… Las pasiones humanas son siempre un caldo de cultivo de lo más fructífero porque son cosas que absolutamnete todos hemos sentido en la vida. Las personas somos «asín».

No descarto que a alguien pueda parecerle un tostón, claro, ya sabemos que los gustos es algo en lo que es imposible ponerse de acuerdo (afortunadamente). Pero insisto en que si estáis dándole vueltas a la idea de tener en vuestras manos una obra de ésas absorvente e intrigante, de las que no podemos dejar de leer, exactamente igual que muchos de estos «más vendidos» que vemos consumir ávidamente a otros lectores en el metro, por ejemplo, y sentimos las ganas de zambullirnos en una historia de aventuras arrolladora, con amor, sospechas y suspense: ¡no lo dudéis!

De hecho está considerada una de las mejores obras del propio autor, Alejandro Dumas (padre) – el hijo es el autor de «La dama de las camelias», su obra más conocida – . Para colmo de expectación sobre esta historia, os diré que por rocambolesca que parezca, está basada en la historia real del zapatero François Picaud a principios del S.XIX (¡apasionante siglo, Dios mío!), de la que Dumas tuvo noticias, incluída la fantástica fuga de la cárcel, el tesoro recuperado, y una venganza tramada al fuego lento de una década. Casi nada, amigos, casi nada… Desde luego, hay vidas como para escribir 10 nivelas de este calibre.

Ahora que ya os he revelado la parte central de la trama, os describiré más detalladamente que Edmundo Dantés, el paciente y concienzudo protagonista de la novela, resulta injustamente encarcelado justo antes de casarse con su amada Mercedes, debido a la trama urdida en su contra como bonapartista. Aquí comienzan una serie de sufrimientos y desventuras para el pobre Edmundo, que a través de los años y con muchísima suerte, llega a hacer de su capa un sayo y consigue salir de la cárcel fabulosamente rico, y con unas ganas de vengarse que no son de este mundo. Porque contando con una mente brillante, y recursos económicos, a Dantés ya no hay quien lo pare.

Por supuesto, aquí entran a escena numerosísimos personajes  (algunos realmente fascinantes) que toman mayor o menor partido, dependiendo de en qué grado participan del enrevesado plan de nuestro misterioso protagonista, que para llevar a cabo su venganza necesita, además, del uso de varias identidades falsas. Todo esto hace que la trama vaya cobrando una consistencia y una densidad que nos mantienen en constante expectación por saber cómo se irán desarrollando los acontecimientos.

El encuadre histórico de la detención del protagonista lo encontramos en los llamados Los Cien Días en los que abdicó Napoléon, se reinstauró la monarquía con Luis XVIII, Napoleón tomó nuevamente el poder, fue depuesto y exiliado, y oootra vez fue instaurada la monarquía en Francia. P’abernos matao.

Las influencias de Alejandro Dumas para con esta obra se consideran numerosas, parece que muchos autores consideran que «El conde de Montecristo» está inspirado en parte en «Las mil y una noches«, por nombrar una de ellas. Lo que sí es totalmente cierto es que esta obra ha sido a su vez inspiración para montones, cientos de otras novelas, cómics, versiones cinematográficas y televisivas, anime manga incluídas.  

Así que, además de lo que acabo de contar acerca de la atrayente seducción que esta historia de venganza y redención en clave de aventuras puede proporcionaros, está el incentivo de conocer una de las obras más versionadas y adaptadas de la Literatura universal.

Papá Goriot (Honoré de Balzac)

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Papá Goriot (Honoré de Balzac)

Hablamos de Balzac, amigos, nada menos que de Balzac. Apaguen sus móviles y contengan la respiración porque este post está dedicado a uno de los autores más gloriosos del S.XIX. En pleno romanticismo francés, el París más bohemio, pobre, chic, sucio, y aristocrático (pese a ser el heredero de la Revolución Francesa), conoció a uno de sus novelistas más determinantes y que mejor supo reflejar lo que fue aquella ciudad y sus habitantes durante buena parte de ese siglo. No olvidemos que por entonces, y pese a lo que se había vivido 50 años antes, Francia era una monarquía a punto de convertirse en un Imperio (con emperador y todo, bajito y con flequillo).

Aquella amalgama de personas de distinto corte social e ideología: algunas bien asentadas en sus títulos nobiliarios y rentas anuales (me encanta esta expresión tan «balzaquiana»: … disponía de unos 600.000 francos de renta), otras tantas con el resquemor bien vivo aún por lo que supuso decapitar a toda una familia real, cargarse al clero y a la mitad de los Estamentos, y alimentando un resentimiento envidioso y constante hacia esas clases altas que mantenían una forma de vida fatua y superficial, unida a las diferencias demográficas entre las poblaciones rurales y la gran metrópili europea por excelencia que era entonces París, – urbe del glamour en todas las épocas -, fueron factores que dieron pie a grandes contrastes entre los ciudadanos, propiciando así una sociedad francesa pintoresca y desigual. Precisamente es en este punto en el que destaca nuestro querido Honoré, en retratar a toda esta gente, sus inquietudes, sus perversiones, sus intereses, sus amores, sus tragedias. En este sentido, Balzac puede compararse con Galdós o Dickens en cuanto a describir a sus conciudadanos, vecinos, compañeros de viaje vital.

Balzac es uno de los autores representativos del realismo junto con Flaubert o Stendhal, ese movimiento ideológico que surge como oposición al romanticismo del XIX, en el que se idealizaba con grandilocuencia la belleza, la virtud, la ciencia y los más altos sentimientos, frente a la cotidianeidad y lo mundano de la vida más real, sin tanta ornamentación.

Puede que esta facilidad para describir el entramado social fuera debida a que el propio Balzac vivió entre ambos mundos y conocía bien el tipo de personajes que describía en sus novelas.

Fue un hombre realmente prolífico, y no sólo en cuanto a creación literaria se refiere, sino también a sus inquietudes como empresario. Se arruinó en numerosas ocasiones, volviendo a emprender después otros tantos negocios con ayuda y el apoyo económico de sus amistades. También conoció el éxito como escritor, aunque tardó en conseguirlo varios años. Fue entonces cuando su carrera literaria conoció su actividad más febril. Es conocida una anécdota suya en la que, durante el entierro de un conocido, se le acercó un caballero para decirle: «Señor Balzac, era el difunto su negro, ¿no es así? No tiene de qué preocuparse. Yo era el negro de su negro Ni que decir tiene que yo personalmente, no la creo. Pero efectivamente no habría sido ni el primero, ni el último.

El caso es que este grandísimo novelista nos ha dejado auténticas maravillas en forma de libros, y no solamente eso, sino también muchísimas frases célebres que hacen de él uno de los autores más citados.

En Papá Goriot nos regala precisamente eso que todos coinciden en que se le da tan bien: un retrato estupendo y completísimo de aquella sociedad francesa de principios del XIX a través del mundo que concibe en torno a un pequeño hostal regentado por Goriot, padre tierno y abnegado que renuncia a toda comodidad por el bienestar de sus hijas.

Os transcribo un breve párrafo (para quien haya leído el post hasta aquí y decida que quiere continuar aprendiendo):

«Si existen naturalezas tiernas, hay también naturalezas fuertes, cráneos de bronce, sobre los cuales tropiezan y caen las voluntades ajenas como las balas frente a una muralla. Hay también naturalezas blandas y algodonosas, donde las ideas de los otros mueren como las balas se amortiguan en la tierra blanda de las trincheras. Rastignac tenía una de esas cabezas de pólvora […]»

Después de todo lo dicho, es obvio que recomiendo su lectura a todos aquellos nostálgicos y amantes de siglos pasados, con el encanto que le suma el rodear las tramas inteligentes con coches de caballos, sombreros de copa, bailes en palacios aristocráticos, candelabros de plata y rues parisinas alumbradas por faroles con velas… Tened en cuenta, claro está, que el lenguaje es el que es, y eso también es un factor importante a la hora de situarnos en el tiempo. Lo digo para que nadie se sorprenda si lee algún «tiene usted crédito, monsieur».

Sin embargo, y sin restar ni un ápice de relevancia a Papá Goriot, me permito además recomendar con verdadera devoción a la que es considerada la mejor obra de Balzac: Eugenia Grandet. Era nuestro amigo un autor de lo más prolífico, como hemos señalado ya, por lo que hay que tener en cuenta que no todas sus obras gozan de la misma profundidad, elegancia, y facilidad para ser leídas. Pero de Eugenia nos encargaremos en otro post propio, porque francamente, ella lo merece.