Madame Bovary (Gustave Flaubert)

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Madame Bovary (Gustave Flaubert)

Tenemos ante nosotros otra de esas historias para las que el mojigato S.XIX no estaba preparado, ante ustedes, todo un clásico: Madame Bovary. La publicación de Madame Bovary provocó un gran escándalo y Flaubert fue llevado a juicio por inmoral (¡!). Para tranquilidad de todos, informaros que fue absuelto y el proceso generó un grandísimo éxito editorial a la novela.

¡Corre Madame Bovary, que nos pilla la misa de 12:00!

Madame Bovary cómic. Comunidad Lectora

Madame Bovary ha sido adaptada varias veces al cine, al teatro y hasta al cómic.

Emma Bovary es esa mujer y esposa perfecta: mujer florero definición de los cánones de rigor de este siglo para con las mujeres en general; y las mujeres casadas en particular. Pero con una singularidad: Emma se aburre. Las expectativas sobre el amor que se crea durante el noviazgo no se corresponden con la cotidianeidad de la vida marital (OMG!! El caso es que este dato me suena… ¿será que el ñoño romanticismo del XIX sigue aún entre nosotros? ¿Entonces el amor no es tan bonito como se ve en el cine? Esto es rabiosa actualidad, amigos).

El concepto del amor y la mujer en el S. XIX estaba en parte moldeado por el romanticismo. Esta corriente intelectual y cultural idealizaba el amor y las relaciones amorosas, y el sentimiento y sensibilidad de las mujeres se acoplaba cómodamente al lugar que socialmente se le adjudica (bella, dulce, instruida y culta sin llegar al exceso, sin ideas políticas, discreta, modosa, obediente, sumisa y madre amantísima), así como también adapta esta forma de vivir el noviazgo, primera y principalmente, y el matrimonio, posteriormente, y con mayor o menor suerte. En la novela, en la parte opuesta a Emma, su anodino marido y el resto de personajes representan el cinismo y los valores que regían la vida social del momento frente la insatisfacción (y terquedad) de la protagonista por alcanzar una felicidad utópica e irreal.

En este encuadre social en que fue publicada Madame Bovary – primeramente por entregas y después como obra completa – el adulterio era un concepto ambigüo en su consideración: bien visto y habitual si se es hombre, absolutamente condenable si se es mujer. A esta valoración hay que añadir que en realidad Madame Bovary rompió con las pautas de la literatura romántica, considerándose uno de los exponentes del realismo, la corriente que surge como contrapunto a la aparatosidad del romanticismo, poniendo sobre la mesa cuestiones más mundanas y con una visión más fiel a la realidad.

Las manitas quietas, que nos miran.

Sin este contexto no puede entenderse una obra como Madame Bovary,  en la que el propio Flaubert a veces parece condenar a Emma por su idea infantil del amor, pero otras veces la compadece en su infelicidad. El propio autor detestaba los dogmas sociales de la época y llegó a afirmar «Madame Bovary c’est  moi».

Y me repito en lo que antes afirmaba sotto voce: los ideales románticos y los prototipos de hombre/ mujer son dañinos, pero siguen vigentes. Madame Bovary es un clásico, pero porque su esencia se mantiene en nuestra cultura occidental sin acusar poco más que unas pocas arrugas en el corsé.

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