
Tenemos aquí uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción literaria. Ya tenía yo ganas de meterle mano a «Un mundo feliz», por aquello de que es una de las inspiraciones más recurrentes cuando se hacen evocaciones de lo que puede llegar a ser nuestro mundo en un futuro. No en vano ha sido y es un fortísimo influjo que ha ejercido un gran impacto artístico y cultural: desde pelis como «La isla» o «Matrix», hasta canciones de rock donde se menciona a personajes o escenas de la novela.
Muy comparada con «1984», de George Orwell, por los paralelismos en la temática de ciencia ficción futurista donde el Estado es quien controla todos los aspectos de nuestras existencias, ambas obras son objeto de estudio constante, tanto por las alusiones en las mismas a otras obras y autores (en el caso de «Un mundo feliz» las hay constantemente: a Shakespeare o Freud, por mencionar sólo dos de los más recurrentes), como por el impacto que las dos novelas han creado a su vez en otras obras, como hemos visto.

Esta pordría ser la imagen de un Londres futurista en «Un mundo feliz». No parece haber sitio para los pubs 😦
En realidad, si queréis investigar un poco sobre «Un mundo feliz» encontraréis todo tipo de explicaciones y teorías acerca de las motivaciones e influencias (como la relativa al mito de la caverna de Platón, por ejemplo; tranquila afición: que este post no será tan profundo), que llevaron a Huxley a imaginar un mundo en el que los seres humanos no nacen, sino que son creados artificialmente en grandes factorías con sucedáneos de sangre y mil potingues repulsivos más. De hecho, en mi opinión, estos detalles son los que hacen grande a esta novela, que por lo demás me ha resultado un tanto decpecionante.
Paso a comentar lo mejor y lo peor, con el permiso de los admiradores del señor Huxley.
El hecho de fabricar seres humanos en serie es tan contundente cuando nos es revelado en sus detalles, en la primera parte de la novela, que se trata de uno de los aspectos más llamativos y mencionados sobre «Un mundo feliz». Y no sólo se limita a fabricarnos físicamente, sino que se nos condiciona psíquicamente para una vida futura predeterminada. Aquí escrito queda como muy rimbombante, pero es terriblemente reveladora la idea de que para aquellos humanos pensar en «madres» sea obsceno. Así: obs-ce-no.
En general todo lo relacionado con la vida cotidiana, partiendo de nuestra fabricación a la carta, es definitivamente curioso y suele ser uno de los grandes ganchos de este género: la ciencia ficción, donde se pone a prueba la imaginación del autor (esté mejor o peor basado en conocimientos científicos). No olvidemos que «Un mundo feliz» fue publicado en 1.932. También la exposición del tiempo es algo que Huxley hace con destreza: el a.F. y d.F. (antes y después de Ford), por ejemplo.
Sin embargo no me ha satisfecho del todo la concepción de la reserva de los salvajes, aunque bien es cierto que puede hacerse un paralelismo entre ésta y el pasado: algo feo, sucio, en desuso. Pero esa mezcla raruna entre la cultura de los indios americanos y la actual cultura occidental no le ha quedado del todo bien. Y su icono y metáfora con nuestro presente por excelencia, John el Salvaje, tampoco creo que esté muy logrado (segundas lecturas e interpretaciones metafísicas aparte, of course).Tampoco me parece que Huxley haya tapado todos los huecos posibles que puedan darse en esas vidas predefinidas; por muy condicionados que estén los seres humanos, siempre, absolutamente siempre, hay lugar para la improvisación, las variables, lo imprevisto… en fin, situaciones como la homosexualidad, por ejemplo, no están contempladas. Aunque ciertamente, la solución del soma es todo un acierto para complementar esas opciones.
He llegado a pensar que no me importaría nada probar un poco de aquello. Curiosidad científica, exclusivamente…